Saturday, December 01, 2007

Carta al primer amor

a MRA

¿Qué habrá sido de aquella morenita,
trigo tostado al sol -que una mañana-
me sorprendió mirando a su ventana?
Tal vez murió, pero en mí resucita.

Arturo Borja

Después de tantos lustros en los cuales mi mano y mi pupila vieran hacia otro lado, me aproximo hasta usted. Quizás porque los fantasmas de esos amores que usted precedió han sido exorcizados y hoy quiero bien. A pesar de no ser el guapo chiquillo a quien regalara por primera vez su corazón, tampoco estoy ajado ni neblinoso, como en los días en que sorteaba tormentas y tifones.

Le escribo ahora que me invade esta límpida calma, ahora que no soy el mismo de aquellos días en los que veía a la estabilidad disfrazada de apatía. Escarbo mis vivencias y llego hasta aquella época cuando nos encontramos, al inicio del año lectivo 83-84.

Hace mucho que quería escribirle. Escribir a quien tiene un lugar tan importante en mi historia, en mi naturaleza, en mi magia y mi elegía. A quien a veces surge en los sueños y me alegra el despertar.

Brota del subconsciente y revivimos nuestro primer beso en mitad de la calle, con el mismo palpitar infantil, ahora sin la mirada delatora de su empleado Cristóbal. Las primeras impresiones son las más nítidamente gravadas, y tal vez por eso mi limbo onírico le rescata y usted aparece revoloteando. En ese espacio en que duermo, alguna desconocida se transforma en usted o emerge desde cualquier contexto hablando raros lenguajes. Aparece en tiempo presente con la cara angélica del ayer.

“Era enero, salíamos del colegio”, dice el fakir. Era octubre y llegaba de clases en esas tardes lluviosas, posteriores al día de San Francisco, que oscurecían pronto. Estaba maravillosa, pequeñita y delgada, dentro del uniforme de falda a rayas y zapatos bicolor. Su cabello castaño, sus mejillas blanquísimas salpicadas de imperceptibles pecas resaltando el brillo de sus ojos verdes. Ojos de caña verde, como después le cantaba Félix para matarme de celos.

El día de mi primera fiesta, su fiesta de 13 años, le declaré mi amor mientras bailábamos, sin percatarme de la sonrisa burlona de su prima. Desde entonces, cada tarde cerca de las siete, me ponía intranquilo. Salía con cualquier pretexto hacia la parada de su bus colegial e iba con usted hacia su casa, hasta el inicio de su Pasaje Torres. A veces, sin fortuna, me quedaba vagando entre enojado y triste, cuando sus padres le habían ido a buscar.

La delación de Cristóbal le impedía salir y las amenazas de su hermano mayor me impedían acercarme, sin embargo, sin vernos mucho nos seguíamos queriendo. Mis intereses adolescentes me alejaron de usted. Los sueños de revolución que lo desbordaron todo y los pinitos con las letras. La veía poco, a pesar de vivir al otro lado de su manzana, entre las tareas de la clandestinidad y las andanzas con los “vagos de la esquina”.

Allí, entre nuestras separaciones cortas y la música protesta cantada a todo pulmón, parece que nació esta falta de compromiso que ha perdurado en mis futuras relaciones de pareja. En mi cuarto, entre Pink Floyd a bajo volumen y los ejercicios de geometría, se gestó mi afición por la soledad.

Al concluir nuestros espaciados encuentros, me reprochaba mi falta de dedicación y me juraba verla al día siguiente. Se postergaban días y semanas. Si pudiera volver a nuestros quince, dejaría de lado los videojuegos y a los decapitados poetas trágicos, por conversar largamente tomando su mano.

Su vida y la mía siguieron su rumbo. Cada una se encerró en sus laberintos y se reflejó en sus propios espejos. Usted, en su profesión y en quien es hoy su marido. Yo en mis eternos sueños de bala perdida, colgado de la piola de una cometa, rara vez con los pies en la tierra.

Conservo el anillo que me regalara y en alguna parte su pañuelo pequeño, aquel que guardaba entre mis manos al regresar del recreo. También tengo una de las fotos que solía robarle. Ese rostro precioso que viera en sus hijos, el año pasado.

Han pasado más de 4 lustros desde los días en que nos besábamos con ingenuidad e incipiente pasión en mitad de la calle. Cuán hermoso era ese amor pequeño de paradas de bus, de caramelos y gaseosa, amor primero de cuadernos-chismógrafo y de pañuelos perfumados. Amor de sábados de lluvia, chocolate caliente, de partidas de “cuarenta” envueltos en la ternura de su madre.

Me hago la pregunta que una vez usted me hiciera en medio de su grávida sensibilidad: ¿Por qué cambiaste? ¿Qué te pasó? Aquellas mañanas que despierto soñándola me digo también ¿Dónde quedó el chiquillo de rizos rubios al que usted amaba?, ¿En cuál esquina del barrio? Quizás aun pulula perdido buscando su casa en el Pasaje Torres.

Saturday, October 06, 2007

En el día del Guerrillero Heróico, 8 de octubre

Para ustedes mis amigos, camaradas, compañeros.
Mi abrazo afectuoso en este día, en este 8 de octubre que desde hace muchos años, es como nuestro día. Nuestra fiesta, reflexiva y a veces hasta un poco triste.
En este día del Comandante. En el 40 aniversario de su fusilamiento. Como decíamos y decimos: Ni un minuto de silencio. Toda una vida de combate. Nathalie y Julio lo dicen mejor.

Yo tuve un hermano.

No nos vimos nunca pero no importaba.

Yo tuve un hermano
que iba por los montes
mientras yo dormía.
Lo quise a mi modo,
le tomé su voz
libre como el agua,
caminé de a ratos
cerca de su sombra.

No nos vimos nunca
pero no importaba,
mi hermano despierto
mientras yo dormía,
mi hermano mostrándome
detrás de la noche
su estrella elegida.

JULIO CORTÁZAR (octubre de 1967)

Friday, August 24, 2007

Tarde de Agosto

Ella abre la puerta, la casa decimonónica tiene un candor particular. Subimos pocas gradas, hasta una sala donde él nos espera. Se levanta, la corbata blanca resalta su elegancia natural. Saluda con el francés exacto, con una delicada diplomacia que recuerda a los embajadores de Napoleón III. Ella, ahora, hermosa en su sencillo traje rojo que rima con su amplia sonrisa, trae unas cervezas. Conversamos, intercalamos mi francés foráneo con su español foráneo, el de él. Ella, generosa con su locuacidad se contenta al escucharme en su propio acento. La sala tiene una decoración original, colores vivos y desordenados se posan en la sobria arquitectura antigua. Es su sala, dice ella, vamos a la mía. Ésta queda un piso más arriba, amplia, larga, con cuadritos de bucólicas escenas galas y grandes espejos. Imagino que ambas eran otrora habitaciones. Él nos invita a escucharle tocar. Junto a las escaleras, en ambas salas, y por supuesto en la sala de música, están las fotos del hijo. Infante en pantalones cortos, escolar en un parque, colegial en graduación, innumerables fotos del hijo de ambos.


Él se sienta al piano, sus ojos cansados miran el instrumento como un cura listo para la ceremonia. Ella, en cambio, lo mira a él, diría que enamorada, acomoda sus lentes y también las canas que el tinte no logró ocultar. Por mi parte, miro en el rincón el pequeño retrato de una muchacha con mini falda, moño y luminosos ojos azabaches junto a un altísimo joven de estas latitudes. Ella solicita Chopin, él y su sordera, preguntan de nuevo y ella repite casi gritando. Él comienza a interpretar al polaco con maginificencia, al final aplaudimos. Ella pide Mozart, y él la complace. Ella desea escuchar Clair de Lune y él la complace. Tres, cuatro, más… ella pide los temas con la alegría y el encanto de una niña pequeña. Con la misma curiosidad que tuviera cuando las escuchó por vez primera, hace cuarenta años. Entonces, él la enamoraba con sus óperas y le mentía la edad. Ella ha susurrado algo, pero él prefiere Rachmaninoff. Aplaudimos, siempre aplaudimos. Me deleito con el íntimo concierto y con la calma felicidad que rodea la tarde. Esa felicidad del amor añoso. La del músico solicitado complaciendo los pedidos de su dama. La de la mujer, admirando a su amado. Ella, quinceañera otra vez, insiste en escuchar Liszt. Cerca del final, la mirada de él roza alguna partitura y el rostro de la esposa. Como volviendo de un viaje narcótico y sonríe también.


Entonces ella nos invita al comedor, té, galletitas y chocolate. Atrás de la que ahora es mi silla está una gran foto del hijo adolescente. La mano temblorosa lleva la taza y su sordera es gemela de la voz que quiere escuchar. Ambos me muestran un fólder de donde surgen, ya amarillos, el programa de concierto, artículos que hablan del músico y fotos de diario deleitando a su público. Tengo que irme. Él me despide con afecto sincero. Ella me da un caramelo y un beso. El hijo no vendrá, me dicen, por el viaje. Lo hará la semana siguiente como todos los martes. Me acompañan a la salida, sus manos se agitan. Me parece que el cielo gris no es tan gris como antes de verlos. Quizás son mis ojos los que lo ven casi azul. Parece que un halo de ese amor largo y sencillo, se ha quedado enredado en el caramelo que llevo en mi chaqueta.

Wednesday, August 22, 2007

Los monosílabos y eso de hacer el amor en el exilio...

“La gente de este bendito y maldito país es realmente piola.

A él, a qué negarlo, le gustan estos sonrientes, sobre todo ellas.

Pero hay días y noches en que echa de menos el sobrentendido.

Días y noches en que tiene que explicarlo todo y escucharlo todo.

Una de las módicas ventajas de hacer el amor con una compatriota es que si en un instante determinado (esa hora cero que siempre suena después de las urgencias, el entusiasmo y el vaivén) uno no está para muchas locuacidades, puede pronunciar o escuchar un lacónico monosílabo y esa palabrita se llena de sobreentendidos, de significados implícitos, de imágenes en común, de pretéritos compartidos, vaya uno a saber.



No hay nada que explicar ni que le expliquen.

No es necesario llorar la milonga.

Las manos pueden andar solas, sin palabras, las manos pueden ser elocuentísimas.

Los monosílabos también pero solo cuando remolcan un convoy de sobrentendidos.”

(Benedetti; Primavera con una esquina rota: 35)

Wednesday, July 18, 2007

Mejía
Trabajaba en algún asunto de esos que me toca cumplir, y buscando un dato en la Historia del Ecuador, cae sobre mí, por sorpresa desde la red, una página web. El “link” abre la biografía de Don José Mejía, y recuerdo otra vez a mi patrono. Así como los cubanos saben de Martí hasta el color de la camisa que llevaba el día de su muerte, muchos de los jóvenes que estudiamos en el Instituto de su nombre, quisimos aprender hasta minucias del buen Don José, cuñado del Chúzig y esposo de Manuela, quien lo doblaba en edad (¡le gustaban las mujeres mayores como a mi!, me digo).

Me pregunto ¿Cómo es que su adorada ciudad de Quito no le ha hecho un homenaje? Le hacen una colosal estatua al patibulario “santo del patíbulo”, a García Moreno el tonsurado y no a uno de sus mejores hijos, a Mejía Lequerica, defensor de todas las Américas en Cádiz, llamado por otros “Mirabeau americano”. Es que esa parecería ser la dinámica de esa ciudad en cuanto a homenajear a libertarios, su Municipalidad “rinde homenaje” a Don Eloy con un amorfo monigote mal acabado. Pero esa es otra historia.



Ese artilugio precioso y perverso que es la web, me conecta a otra página, esta vez una donde se puede ver un video de la banda de guerra del Colegio Mejía, en el mismo edificio central del plantel. Después de muchos años y desde tan lejanas latitudes, podría decir que veo los mismos longos cobrizos, que fueran pate de mi colegio secundario, los patios que quizás han cambiado un poco, sus paredes ahora con murales (mal dibujados, pero murales al fin) y el espacio casi invariable de una época que terminó para mi hace más de 20 años.



Que 20 años no es nada, pero la saudade llega y la lágrima emocionada se queda reposando junto al recuerdo que gira inverso al tiempo. Como ejercicio racionalista me pongo a desentrañar el porqué de las emociones: ¿Quizás porque allí comencé los años preciosos de la adolescencia descubriendo con avidez la vida? ¿Acaso porque se quedaron colgadas e indescifrables muchas cosas entre el pizarrón y la tiza?, y pululan entre los aros del basketball y la inmensa románica escalinata castigo de los atrasados, quienes debían descenderla en "patitos". Puede ser también que yo, como muchos, añoro ahora esa juventud que el tango sabiamente, me dice de nuevo, que no volverá.


La pantalla del ordenador trae recuerdos y también reflexiones sobre esos años en los que me hubiera gustado hacer aún más cosas de las que hice, más de las que me eximí (que las haría ahora si pudiera volver a ser un mozalbete). Ser más "loco", menos "buenito", ser más "canalla", menos obediente. ¿De qué forma se quedó marcado en mi mal o buen desarrollo la esencia del laico colegio aguerrido y popular? ¿En qué parte del "guacho" se grabó la influencia de deportistas magníficos (de los cuales no fui parte) y de machistas brutos también (de los que quizás soy en parte)? El origen de esa vanidad está en la pertenencia al colegio más plazuela y más heróico, orgullo de padres artesanos y madres lavanderas.




Y la política y la politización, donde nos creíamos (o éramos) defensores del pueblo en las calles. En esos años en los que vivía un poco asustado y a la vez encantado, en esa doble vida: por un lado anti-oligárquico, guevarista agente secreto del antiimperialismo y por el otro, buen estudiante que no se mete en nada, ni siquiera en problemas. La vida de la Célula de formación política 14 de marzo.


El recuerdo de los días en la Célula, preámbulo a trágicos acontecimientos, hace que la lágrima que reposaba junto al ejercicio memorioso resbale, y baje así, calentita por el rostro, mientras en la pantalla del ordenador nuevos muchachos de caqui y negro, de amarillo y azul, terminan su faena
coreando la barra adolescente: "!Toda la vida!!! Por el MEJIA. !Hasta la muerte!, por el MEJIA. Ayer, ahora y siempre, PATRÓN MEJIA. Adelante va el Mejía, adelante siempre irá, adelante siempre ha ido y jamás sucumbirá. M E J I A, M E J I A"

Saturday, July 14, 2007



Mi querida Gabriela




Pues en mucho concuerdo con lo que tu dices, me parece que está aun por sacarse el balance de la participación del movimiento indígena en la "gran política". En muchos casos quizás se la podría ver como una legitimación de la democracia representativa y de la ¨microfísica¨ del poder, quizás significó también cierta visibilización de nuevos cuadros, la pérdida de otros en áreas importantes de la construcción desde la base. Quizás también generó atomizaciones y "caídas en tentación". El MPPachakutik, al que muchos veían con esperanza como el futuro PT del Ecuador, se fue subdividiendo, ¨depurando¨, desgastando, y generando más movimientitos con nuevos caudillitos y sí coincido contigo en que muchos de los mestizos de ahí vieron más en función de su proyecto personal que por la construcción de un partido amplio.



Y los indios han ido descuidando o abandonando sustanciales e importantes conquistas del movimiento indígena, tales como la educación intercultural bilingüe (la cola de Sansón de nuestro movimiento, en palabras de un querido mashi), que, ahora en novedad, es educación pobre, para los indios más pobres. Y también la fluidez de comunicación y de democracia interna entre la organización indígena, sus bases y direcciones. Quizás también por esa misma participación en ese colosal espejo, esas maravillosas cuentas de vidrio de esta era, que es la "gran política". Pero quizás me pregunto que: No entendemos a los indios, los mestizos en nuestro esquema de racionalismo occidental liberal, no podemos entender a los indios y por ello elucubramos sin acertar.





De acuerdo en lo que manifiestas acerca de que los indios hagan una mirada, pero ante todo nosotros como mestizos deberíamos hacer otra hacia nosotros mismos, no en el espejo de circo que nos agranda o engorda..., sino en el agua clara.
Gran parte de esas tribulaciones sobre la estética y el mirar al indio como el buen salvaje ´estudiado´, es la otra cara de la misma indefición mestiza, de un edipismo perverso contra la madre matriz cultural india.




Los levantamientos clase medieros de Quito se fueron como dices contra los que venían a ser antihéroes de la cultura oficial y el buen gusto, contra ese ¨cholo vulgar¨ que todos tenemos dentro y que se manifestaba en Lucio y Bucaram, y que no lo queremos ver y peor ver en el poder. Muchos de los marchantes se molestaban con la guatita, el conejito, las expresiones de la Ximenita como dices y paradójicamente muchos se identifican con el vía crucis de la ex primera dama, al más puro estilo telenovela venezolana, con su "aunque pegue aunque mate marido es" contradictorio diría quien no ha vivido entre nosotros . Fue ese el motivador de muchos de esa clase media quiteña (hincha de la Liga, que paga con diners, fuma marlboro rojo y come los ceviches de la Rumiñahui), antes que por un rabia de fondo por las pillerías, el servilismo, las mentiras y vivezas criollas llevadas a cabo por de estos gobiernos.




Por supuesto Mahuad duró más y la clase media saltó contra él, no por la Base de Manta, sino cuando atacó su bolsillo y con la dolarización recibimos de los bancos tres billetes de 50 dólares a cambio de millones de sucres y el feriado bancario. Solo ahí, pues la pequebu confrontó al elegante, guapo, estudiado en Harvard del ex alcalde ¨tenía la pinta de presidente si señor¨ y sin embargo, su período sentó bases (no solo la de Manta) de apoyo fundamental al proyecto imperial y al neoliberalismo.




Pues es esa indefinición del mestizo, esa definición por negación, no indio, no blanco, esa esquizofrenia mestiza, que hoy llora con lo indio mientras está borracho, pero que en la mañana desprecia y trata de negar por todos los medios su raíz. Esa esquizofrenia que no acepta la matriz indígena es la que debemos trabajar con nosotros y con los mestizos hijos nuestros, para poder meternos en serio en procesos como la interculturalidad



De lo que dices acerca de la estética, yo recuerdo mis tiempos (previos a la Poli) de "proletarización" y los veo como válidos y maravillosos, ir a las comunidades a trabajar con el pico y la pala o acarreando piedras en costal o abriendo acequias, no de discursos de un día o solidaridades de fin de semana, ni de turistas antropológicos. Compartir después del trabajo, sentarse en el suelo y comer, y el ¨responsable¨ nos decía huelan! ese es olor a pueblo...(él tenia 21) Pero si es de sentir ...de bailar y de emborracharse también. Ahí estaba un poco el ir formandose desde dentro de la estética, desde ... lo sensorial cualitativo, lo sensual. Y claro también ahí, viéndose de aprendiz en el uso del azadón y del pico golpeando la cancagua, en el trabajo de al tierra, sintiendo la tierra y el maíz, y las manos con ampollas curadas cariñosamente con vela de cebo. Porque en efecto, cierta izquierda que también un poco la vivimos juntos, pues iba de visita, no tomaba el trago de ellos, no bailaba, miraba con espanto el cuy ofrecido, hacía turismo.., colaboraba bonito, con alegría y pasión, hablaba bonito y después tomaba el auto y regresaba el domingo en la tarde al bonito departamento de la Mariscal a mirar la tele para ir al día siguiente a clases, pero no entraba ni se centraba en los procesos subjetivos ni en los rituales cotidianos.




Nombras las gorditas del 10/10 y recuerdo a mi abuela que en materia de mujeres alababa la hermosura de una mujer si es que era gorda, con caderas anchas y senos grandes, con cachetes rosados y de preferencia con ojos azules y el cabello claro, (toda una bandera del país entre cráneo y cara). Parte de los mismo: El blanqueamiento como otra de las aristas de la esquizofrenia de los mestizos, presente también en la izquierda, (y no se la debería culpar por ello, pues por ser de izquierda no ha dejado de ser heredera del de esas taras históricas) pero que no buscó o no encontró los mecanismos para psicoanalizarse. Más bien su cultura y preocupación social acrecentó la exquisita estética burguesa proveniente de su condición pequebu y hasta cierto punto generó un perfil homogéneo.

Ahora al pasar de los años me sacan sonrisas ver a mis colegas de barricada de los 80s y 90s con esa estética burguesa más delineada, y en muchos casos ya diluyéndose en el consumismo, hoy, aun izquierdistas o socialdemócratas, ongeseros o empresarios, que cual domingo a misa van al megamaxi, que se encantan con los vinos franceses y las corbatas italianas y viven en la González Suaárez. Como les dicen con acierto mis vecinos franceses "la gauche caviar". Pero eso es cuestionable?, no lo se...uno de ellos me decía con picardía: soy de izquierda, no misionero franciscano. En todo caso, a mi me ha dado igual las semanas en suites 5 estrellas, o un petate con las estrellas adornado mi cielo-techo o ahora mi cuarto estudiantil de 4x4.

Que lindo recordar el ¨Amo lo que tengo de indio¨, consigna nacida en mi célula de partido,
idea original del Pato y recordar como la pintàbamos con cariño en las paredes ¨con trazos invisibles y seguros¨ y brocha gorda, pero también la broma que ya acunábamos en perversa chacota: ¨Amo lo que tengo de indio... mis alpargatas y mi bolso de Otavalo.



Y bueno solo una cosilla antes de darte un beso grande y un abrazo y agradecerte por ponerme a recordar y lanzar digresiones: Pesares es pasillo...que su autor sea el colombiano magnífico Barros, no le quita que sea un pasillo y el pasillo es ecuatoreño o ecuatoriano, como tu prefieras


Alegremente tuyo...


Alexis






Un gran mensaje en imagenes... disfrutenlo

Monday, July 09, 2007

Muertos e inmortales

El metro nos deja en las puertas de una mini ciudad llena de edificios de espejos, con formas extravagantes. Henry y yo caminamos por los recodos de esta mini ciudad. Arcos y ángulos, parábolas perfectas llenas de vidrios de colores, haciendo realidad los sueños de excéntricos arquitectos. Maqueta gigante que alberga empresas colosales que no pueden, o no deben estar en el centro del París histórico y añejo. Aquí, en forma de dígitos electrónicos que navegan por Internet, fluyen millones de euros cada día, muchos de los cuales serán consumidos en las noches de antigua ciudad del Sena.
La Defense, así se llama esta colección gigante de oficinas de hierro y de vidrio. (La defensa ¿De qué? ¿De quién?) A las cinco de la tarde somos pocos los transeúntes de la gran explanada, al pie de uno de los edificios, tres empelados fuman un descanso. Desde un camión de colores pastel surge el repetitivo acústico de la música techno para quitarse el estrés siguiendo las instrucciones de un experta en fitness.
Los dos ecuatorianos seguimos caminando y llegamos a un monumento gigantesco, el icono perfecto para este lugar. Un homenaje al pulgar hacia arriba, al pulgar “everything allright” homenaje a las transacciones bien hechas, a las ganancias en la bolsa, al éxito en ventas y a la concentración del capital. El gigantesco pulgar dorado recordando el estado eternamente “cool” en el que deben vivir los postmodernos empresarios exitosos.
A las seis, los edificios de colores se abren y de ellos salen los expertos infórmaticos y los genios de las finanzas. Los yuppies en viernes, muchos de ellos ya con la maletita en la mano para irse directamente a alguna playa durante el fin de semana. Unos salen cansados, otros conversando aún de business. Casi todos, colgados del teléfono móbil, dos de ellos que coquetean, son la excepción.
Desde nuestra (de) formación marxista y mirando hacia un puente de madera que parece no tener final ni motivo, elucubramos categorías en torno a un ejército de reserva, no industrial, sino de servicios.
A excepción de la pareja, el resto camina casi como en trance, sumidos en su mundo o mundillo, aislados o centrados todavía en su obsesiva dinámica de producción y de mercadeo. Con la piel más pálida que de costumbre, van pensativos aquellos que no hablan en el móvil, serios, incólumes. Parecería que apenas están vivos.
Son casi las siete. Hemos visto casi toda La Defense, que desde su cara posterior es como un fuerte circundado por carreteras y por un cementerio… ¿Paradójico o metafórco? me pregunto.
Me siento frente a un largo puente de madera que parece llevar a ninguna parte y he recordado que quizás Montparnasse estará aún abierto y que podríamos ir a conversar con Julito y con César, yacentes inmortales.

Monday, June 25, 2007

Recorridos en la ciudad grande
La fiesta de la música
La “féte de la musique”, una locura. Hasta casi las cinco de la tarde del día del solsticio, apenas poblándose de animales musicales, apenas coros de niños y ancianos en un parque, apenas unos chiquillos adecuando la batería para un público conformado solo por un par de ingleses y un par de ecuatorianos.
Desde las seis la ciudad se desnuda, muerde el racimo y se transforma en bacante. La gente se raya y sale a los balcones a tocar para la gente, otros caminan por las calles con su instrumento. Desde la ventana de un segundo piso, un par de andaluces tocan a Camarón de la Isla para el público que pasa como en manifestación. Un sereno al revés.
De todos lados, jóvenes y viejos se botan a la calle con su guitarra, con su darbouka, con su djembé. Tipos cualquiera como vos o como yo, que tocan lo que quieren, con pasión y elegancia. Viejos y jóvenes, nos maravillan y se maravillan. El 21 es la mejor fiesta pagana de la ciudad de la luz. Chamas y chamos con letreros que dicen "abrazo gratis" o "beso gratis" y en la algarabía uno que otro se acerca y recibe su hippie caricia de siglo 21.
Todos somos felices, viendo los pequeños conciertos en Place des Vosgues y al pie de la iglesia de Saint Sulpice o las multitudinarias presentaciones debajo de la adusta mirada de la República, o poniéndole ritmo al vuelo del ángel de La Bastille.
Abajo, los mortales de la ciudad estamos en un inmenso alucine... Por mi parte, mientras bailo y me tomo una biela, me inserto en la vorágine feliz. Me digo para mis adentros: así debe de ser el cielo... el cielo que nos corresponde a nosotros.
El amarillo de mi camiseta futbolera ilumina los callejones, mientras me sigo perdiendo en la noche parisina...

Pero claro este París también es una novia loca que siempre te mueve y te conmueve a lo bestia.

Monday, March 12, 2007

EL BRUNO, ESE QUE SE LIBRO DE LA MUERTE...
Alexis Oviedo
“Líbrame señor,
de las lágrimas de cocodrilo,(...)
de los cantantes destemplados
de esos maricones de mierda
sin caracol ni rabia”
Bruno Pino

No lo vi muchas veces. La primera fue cuando llegó en medio de una borrachera a la oficina del Gato.

-Este es el Bruno Pino-, dijo el anfitrión.

-Hola, qué más...-, dijo él, secamente.

Después de aquella noche, llena de exaltados comentarios sobre arte y harto trago, lo vería contadas veces más, casi siempre bajo su cachucha oscura. La última, bajando de la Ferroviaria Alta, compartimos al apuro una tamuga de palabras medianamente cordiales, pues él se atrasaba a unas entregas.

El Bruno, actor de calle y titiritero magnífico, “Juan Pino, rojo panfletario”. Aquel, que cuando “se le cargaban”, (y no se le cargaban muchos), reaccionaba con punzantes comentarios, hilarantes coces cargadas de ironía y hasta con golpes. El cínico, el bohemio, el marginal...

El mismo “Diablo Ocioso”, vate de las calles y de los chongos, quien genera la poesía y la encuaderna en papel de empaque, quien la cuece con la vivencia de pueblo como a las guatitas de la Marín. El poeta que cose la poesía en hojas de periódico con hilos de colores y después las vende como choclotandas. El Bruno-Juan Pino, escriba de los cuadernillos repletos de textos a máquina y a mano, odas que desde San Roque, pasan por la Chimborazo, la Mires y bajando por la 24 de Mayo, explotan en Santo Domingo en carcajadas de sorna. Efectiva cachetada a la necia realidad.

Eran los versos del Bruno acunados en Chimbacalle, nacidos fuera de la academia, “parafernalia de intelectuales” solía llamarlos. Lejos de la prosa complicada, “parafernalia, ni huevadas”... Versos que veían la luz sin escuelas de preceptiva literaria, que van más allá de la métrica y de las reglas de ortografía. Poemas que roban el perfume a las flores del Mercado Central, y al mismo tiempo, pasando por iglesias y cuarteles, rascan como espátula cruel el enlucido hipócrita de una quiteñidad que esconde sus mendigos.

Sí…, “simón”..., su poesía se queda como bomba de tiempo, y como tal se la goza. Por ello nos saca también una hermosa sonrisa casi tan limpia como la de los guambras funderos o pícara como la de las putas buenas mozas de la Flores. Ahí están las palabras del Bruno, precisas, listas para dejarnos ver otra vez en cada uno, ese lado escondido, medio torvo, bastante humano. Ese nuestro lado café-oscuro, color de hormiga, crudo y animal. Ese que muchos hacen cualquier cosa para ocultar.
Con otro paisano, lejos, lejos de esta llacta, leíamos sus poemas mientras nos emborrachábamos, y leyendo uno de ellos, gozábamos otra vez recordando nuestros fines de tarde en el “Noches de París”. Para mis adentros, recordaba a la Verito, quien hizo que mi primera vez sea dulce, mi obsesiva pasión por una guapa chonera del “Sirena”y la mirada amorosa de mi Cecilia Mendoza, alias Katty...

Así, bebiendo, recordando y leyendo, nos llegó la mañana... sin caldos de mama Miche...

No puedo decir que fui su amigo, pero me jode que me cuenten que lo encontraron abandonado en una calleja de un barrio desconocido en Guayaquil. No sé de qué murió. De pena, no creo, más bien sería de colerín, como dicen que a veces mueren los gallos, o en una bronca. No importa, de seguro se libró bien de esos pésames sin bandera y de esas notas anónimas que tanto le cabreaban.

A lo mejor está con la Sara Pincay en “El Paraíso”, o changando en alguna camita de la calle Loja. Es lo más probable..., se libró mismo el Bruno, el Bruno se libró de la muerte.

27-07-04