Descubrieron muerto al único sefardita. Quedaban solo cinco.
Los ortodoxos y reformistas se miraron con desconfianza y a la vez mostrando complacencia.
En los días anteriores, en un orden hasta explicable, apareció un cadáver por día.
Primero fue el palestino y luego la pareja de gitanos. El afeminado blanco y el anciano negro, a día seguido. Casi una semana después el único judío-etíope.
Al siguiente amanecer, ante la sorpresa de algunos, encontraron otro muerto. Era uno de ellos, pero el único con ojos marrones.
Extraños designios de Dios.