A veces imagino que la reencarnación existe. Desde esa
óptica creo ver a mis seres queridos, que partieron de este mundo, en los amados que aún me acompañan. En la mirada de mi hijo Noé, veo la de mi difunto amigo
Patricio Chau. Cuando mi hijo Daniel sonríe percibo la misma actitud alegre y positiva de mi
tío Gonzalo. Miro en la altivez adolescente de mi hijo Felipe, la pose rebelde de
mi amigo Roberto, asesinado cuando tenía su edad. Mis sobrinos
en su calidez evocan a mi padre y mis primas en su dulzura a mis abuelos. Desde ese auto convencimiento, de que en nostros viven los que se nos adelantaron, quiero creer que
desde el espíritu y la energía vital de mi círculo familiar más cercano, me miran y están cerca mis ancestros, mis amigos que me precedieron en el viaje al que tarde o temprano seré convocado, mis maestros, mis camaradas que partieron muy
jóvenes. Y el amor se recicla.
