Monday, November 03, 2014

Secretos de familia



con MP, y FRB
El nudo de la corbata quedó impecable, adecuado para mi primera cita. La conocí en una página de solteros y luego del coqueteo frente a la webcam, quedamos en vernos en una cara terraza de la González Suárez. Frente al espejo comencé a imaginar nuestro encuentro: nos miraremos sin artilugios y mediremos nuestro grado de superficialidad y de cursilería. Evaluaré mis dotes de seductor y los logros en la interacción por red social. Sabré si es un polvo casual, una amiga con derechos o una discreta fuck partner. Quizás dormiré acompañado y nos despediremos. Quizás es un ser fascinante con ocultas aristas por descubrir.

Con esos pensamientos propios de la expectativa, me instalé en una mesita con vista al valle nor oriental, entre la columna y una planta que parcialmente me cubrían. Oscurecía, el pianista ciego  inició con Sinatra, pedí un whisky al mesero y me puse a jugar con el celular, pues llegué con casi cuarto de hora de anticipación. Sabía que bajo la lógica tonta de esta la conventual ciudad, las chicas que se respetan se hacen esperar, por lo que me resigné a esperar al menos otros quince minutos.

El cursor del aparato vagaba entre las aplicaciones y en mi boca se derretían los hielos licorosos. Un setentón llegó a una mesa cercana y casi de inmediato el mesero sirvió una botella de vino para dos personas. Apareció otro tipo algo mayor y comenzaron un diálogo que captó mi atención, al punto que luego miraba el móvil solo para disimular.

Después del saludo afable, las preguntas mutuas por la mujer, los hijos y algunas trivialidades, paré el oído ante lo que venía:

A: Ayer me encontré con Vicente, está bastante raro y cada vez más femenino. Me dijo que te llamó por tu cumpleaños y le cerraste el teléfono. Estaba resentido con vos, dale un timbre, eres su tío favorito.

B: Puede ser que sí lo hice, mi vida ahora es complicada y en esos días estaba a full con el trabajo. La última vez que le invite a comer una pizza estaba muy mal, alucinando con que todos le persiguen, que toda su familia le quiere golpear, humillar, hacer daño, hasta su hermano médico, al que más quiere. Dijo que le van a matar, pero que él defenderá su derecho a vivir su vida como le place. Lo peor es que no quiere ayudarse, vos sabes que Chente no puede vivir sin sus medicinas, pero rehúsa tomarlas.

A: Pobre Vicente, sigue buscando trabajo. Me dijo que te pidió alguna chaucha, algo simple. Apóyale en algo Braulio, vos tienes…

Entró una llamada al celular, era Marcela, disculpándose por que entre el tráfico y una demorada reunión llegaría más tarde. Habían pasado ya los quince minutos reglamentarios y aunque estuve tentado a proponerle vernos otro día, cambié de opinión y le dije que no se preocupe. Decidí seguir fisgoneando al par de viejos, hasta escuchar en persona a la autora de las lúcidas frases de Wasap que la develaban misteriosa y ver en vivo esa buena pinta que asoma atrás de la webcam. 

La llamada delató mi presencia y los viejos bajaron la voz, pero aún pude escucharlos.

B: ¡Es difícil! No se puede ni debe darse trabajo a una persona en su estado. El trabajo de mensajero tiene altas cargas de estrés y no puedo poner en riesgo a las personas que trabajen con él, ocultando su realidad psíquica. Una vez le invité a mi empresa y horas más tarde entró en crisis, los ojos moviéndose nerviosos y la sonrisita, sobre todo esa sonrisita. Temí por la integridad de Lucía. Compréndeme Armando, no puedo ser irresponsable con el resto de empleados y mentirles, diciéndoles que el Chente es normal.

A: Te entiendo… entraría recomendado por vos. Lo sé, no está bien, pero me dio ternura… Está envejecido, tiene la edad de mi hijo menor y está más canoso que yo… Anda mal, me pidió el número de teléfono y lo apuntó en un almanaque mundial del 83 medio destrozado que sacó de la mochila. Me da pena… Los genes patojos de la familia Cordovez…

Escuchar ese apellido me hizo aguzar más el oído, apagar el aparato y pedir otro whisky.

B. ¡La familia de tu mujer, Armando!, la familia de mi mujer..., dijo Braulio socarrón, acomodándose el grueso bigote blanco.

A: Sí, ese código de barras que tienen y que en el fondo no es su culpa… Entiendo que sus bisabuelos no podían juntarse con indios, pero por lo menos con otros blancos, aunque no hubiesen sido nobles… A vos y a mí nos va bien, pero los de Rosa son un desastre. Ahora Chente, antes el que se mató... Esa demencia que brota cuando menos se piensa y que les crece con  el tiempo…

B: Pero el primero ¡brillante! ¡tremendo cardiólogo! y el segundo luciéndose en la NASA. Ese ya no regresa.

A: Y el tercero es un vago de mierda, borracho sin oficio ni beneficio, llevado por la inercia del vivir, como un bicho… Pero por suerte normal… José teniéndolo todo se nos fue, y ahora Chente, claramente esquizofrénico, como el tío Rogelio, con historias inimaginables que se las cree y que le hacen odiar a las personas.  ¡Y todos alchólicos!

B: Todo eso viene de la Rosa. Digo la locura, el alcoholismo es de Telmo, quien murió en su ley. ¿Qué opinas de la neurosis de la Rosa, que cuando llega a su peor nivel la vuelve una bestia? ¿Sabías que ella botó de la azotea a la suegra? La vieja jodía mucho y la Rosa estaba harta de que se salga a la calle a pedir caridad.

A: Sí, lo sé, es cuento eso de que rodó las escaleras… Esa familia es un gradiente de grises. Estan todos majaretas…, hasta el perro se cree gato en esa casa.

B: En esa, en la de Rogelio, en la de Encarna…, Aún no sabemos si en tus nietos, si en los míos... Braulio chocó la copa de vino con la de su interlocutor, ante la incomodidad de Armando.

A: Una vez, mi hijo fue a visitar al Chente y Rosa literalmente le mandó a la mierda con palabrotas y todo, pero de inmediato les regaló entradas al cine. Vos sabes que ella es una persona enferma, te somete y te asusta, pero luego se reivindica contigo. Esa es la tónica en la que crecieron esos chicos. Cuando alguno llegaba bebido, primero le insultaba de hijueputa para arriba, luego tomaba con un balde el agua del servicio y le lanzaba a la cara. Me lo contó el finado José, y no le creí hasta no verlo.

B: ¿A ti no te ha pasado a veces, que conversando con otra persona, en nuestro interior pensamos distinto a lo que hablamos? pero guardamos la compostura como en esa viñeta del Dr. Merengue. Pues el Chente te dice lo que piensa. Si cree que hablas tonterías, te lo dice. Por cierto, eso de creerse gay es para jodernos más a todos. Por que nos odia, por que le damos asco. Por suerte ahora no es violento, cuando era wambra me contó que le estampó el estéreo en la cabeza a un compañerito, a pedido de su voz interior. Entonces conversábamos más, no estaba tan loco, pero yo le decía que debe sentirse orgulloso de ser un loco de verdad, pues a pocas personas en el mundo les duele el cuerpo cuando escuchan a Mozart. En esa época el Chente tenía unas reflexiones muy elaboradas y me gustaba escucharlo. Ahora no, la esquizofrenia le ha invadido por completo. La mayoría de esquizos se suicida antes de los 30, como el tío Rogelio o José, pero algunos como el Chente sobreviven y van de mal en peor. La solución es la calle o atarles a la pata de la mesa. El manicomio es muy caro…

A: Lo raro es que en la familia solo pasa en los hombres, digo lo esquizos, la histeria de Rosa es otro cantar. Por suerte tu mujer y la mía son un alma de dios…

B: No te lo creas, Rogelio, alma bendita, me dijo que una madrugada despertó y vio a tu sobrina Marcelita parada frente a él temblando. Tenía unas tijeras a pocos centímetros de la cara del padre, listas para clavárselas. Rogelio se las quitó y le preguntó que hacía allí y ella tocándose la sien le dijo que una vocecita le indicó que el no era su padre, sino un diablo disfrazado.  

A: ¡No jodas!, pero bueno esos son miedos de niña, después no he sabido que Marcela, se metiera en problemas…

Si antes con el diminutivo no lo supe, al caer en cuenta me terminé el whisky de un trago. Marcelita, Marcela Cordovez, la hija de Rogelio, sobrina de Rosa y prima de Chente...

B: No- te- lo- cre-as- Ar-man-di-to. Se separó del primer marido luego de tajarle el rostro con una navaja de barba, siguiendo instrucciones íntimas. Fue un tremendo lío… Pero como eres tan bueno, seguro te creíste que aceptó esa gerencia en San José.

Suena el teléfono otra vez, Marcela me dice que está cerca. Por un momento, quiero pagar mi consumo y marcharme, pero me detengo. No quiero perderme el interesante encuentro de Marcela con sus tíos. Definitivamente ahora quiero conocerla más, a ella y a su familia. Esta primera cita con Marcela no será la última, seguiré frecuentando a ese ser fascinante con tantas aristas ocultas por descubrir.