El infierno es la verdad vista demasiado tarde
Thomas Hobbes
Un amigo siciliano en el segundo negroni me dice que maldice el día en que conoció a su ex.
- ¡Maldigo ese día!, dice y reitera varias veces la abominación.
Mientras revuelvo el hielo gigantesco de mi vaso, pienso que sus palabras son las mías. También maldigo el día en que conocí a quien "me hizo la vida de cuadritos", como dicen los mexicanos. Los errores se pagan y la mayoría de ellos con creces. Doy un sorbo al negroni, recuerdo la frase de Hobbes y me digo que, en verdad, me di cuenta demasiado tarde de tantos aspectos que la caracterizaban, desde su inicialmente disimulada actitud ególatra, hasta su maquiavélico pragmatismo, pasando por su celopatía. ¿Cómo iba a darme cuenta si es que, como dice el Valerio, ando en las nubes?
Valerio, pintor y solterón empedernido añade:
- Mientras vos te pasas pensando en tus alegramas y en la nueva novela. Mientras yo sueño con mi nuevo óleo, tu compañera y la mía evalúan si aún somos los indicados, buscando a su alrededor nuestro reemplazo.
Es un primero de mayo y dada la división de la izquierda (para variar) hay dos marchas. Salomónico, decido no ir a ninguna e invito a mi primo a jugar tenis. Voy con mi raqueta, mis shorts Roger Federer y una chompa deportiva de colores que me hace parecer a Río el pajarraco de la película infantil de Disney. Pocas cuadras, después recibo la llamada de mi primo diciendo que no llega, pues no hay transporte público. Tampoco lo hay por mi lado, pero sigo caminando para ver si con alguno puedo ensayar un partido. A media cuadra pasa una de las marchas, la de los pachamámicos y desde esta me llama un amigo a quien no veía hace años. A su lado hay una chica con sombrero.
- Narcisa, mucho gusto, dice.
Pasa medio año y luego de un tonteo espectacular, tenemos un primer susto que, no termina en embarazo, por lo que le digo que evitemos un accidente tan poco feliz. La doctora le dice que se ponga un parche, le recalca que es el método más efectivo. Ella se niega y dice que ha usado siempre la “T” e insiste terca. Tiempo después está embarazada. Estamos juntos casi dos meses, yo no quiero tener hijos y ella tampoco. Decidimos abortar y lo hacemos. Luego, me declarará como el único culpable de esa decisión pero en ese entonces, aquello nos acerca más y nos vamos al África de viaje.
Fruto de coincidencias estúpidas ella se queda a vivir en mi departamento y consolidamos una relación con matices que no me gustan, pero que los dejo pasar, ya que “vivo en las nubes” como dice Valerio. Narcisa sugiere estar celosa de mi jefa, una señora de 62 años, lo que me parece gracioso. Me pregunta constantemente por Sandra, mi colega con la que realizamos varias tareas y un día suelta su recelo. Sus celos, en principio, me causan gracia y dejo que comente sobre mis colegas casadas cuyos esposos son mis amigos, que frunza el ceño al ver a alguna conocida que encuentro en una exposición o que tuerza los ojos a la dependienta qué me sonríe en la tienda. No le doy importancia, me lo tomo con tranquilidad, le aclaro entre sonrisas, que nada ocurre y ella abre los ojos como gata y aprieta levemente los labios. Chiquilladas, me digo, son chiquilladas propias de su edad, aunque ha cumplido ya 27.
Una noche llego a casa y con una risa pícara me muestra un collage. En el está mi foto de Facebook en el centro y alrededor fotografías de mis amigas, de mis ex..., mi jefa, mis compañeras de trabajo. El collage se titula “Las mujeres de Alex”. Sonrío, pero ya no me causa tanta gracia. Se lo hago saber y sus celos se manifiestan directos y agresivos. Desde entonces me llama en la oficina a media mañana o a media tarde y pregunta en qué y con quién estoy. Varias veces y sin avisar, me dice que está en la planta baja de mi oficina y que quiere subir a verme. Siempre accedo, cuando le presento a mi secretaria, la saluda con cortesía, pero cuando se va me reclama, pues “notó como la miré.”
Una noche encontramos a Sandra y a su novio en el cine, Narcisa responde el saludo hosca y poco espontánea, para después extenderle su mano como un pez muerto al despedirse. Toma por costumbre pasarme a ver por la oficina al final de la jornada. Desde mi comodidad, me agrada no caminar algunas calles para tomar el bus y luego del ascensor subir al mullido asiento de su coche que nos conducirá a casa. Sin duda, esa comodidad y mi actitud buenoide, que trasciende la bonhomía luego me traerán graves problemas.
Un año después, además de los celos hay berrinches y desplantes que culminan diciéndome que se va de la casa. La primera vez quise impedírselo, le dije que se calme, que espere, que conversemos sobre lo que le molesta. Luego la dejaba irse… a su auto, donde permanecía un par de horas y regresaba. Al volver, la abrazaba y le decía que descanse, que ya pasó… y me decía para mis adentros, no pasa nada, es sola una chiquilla... Pero luego de dos años y medio de esa cotidianidad y tres de relación, en otro de sus berrinches me harto. Le digo que es suficiente y que debemos separarnos. Me pide que le dé unos días para buscarse un cuarto en la casa de un amigo que los renta y que le permita dejar sus cosas mientras se va de viaje. Asiento y calla, no dice nada, pero me mira entre triste y enojada, abriendo los ojos como un búho y cerrando los labios en un asterisco.
Mientras Narcisa esta de viaje llega mi cumpleaños y voy a un bar de la Shyris con dos amigos. Allí, estos se encuentran con otros y con conocidos míos que están en una mesa grande. Nos invitan a que nos juntemos y luego de un par de cervezas aparece mi ex novia, amiga de los amigos de mis amigos. En un espacio de la cuasi fiesta, ella me desea feliz cumpleaños, conversamos de nuestros respectivos trabajos, de lo ocurrido en estos casi tres años de no vernos. Seguimos bebiendo cerveza, nos reímos y empezamos a recordar el pasado, hasta que me dice que se va. Al día siguiente, en medio de la resaca, recibo un mensaje en el celular donde recalca que ese encuentro no debió pasar, que mientras manejaba a su casa cayó en cuenta que conversar conmigo no fue lo más adecuado, ni el recuerdo, ni la nostalgia, ni la cercanía. Mientras manejaba recordó que tres años atrás ella terminó la relación por que yo le metí los cuernos con Narcisa. Leo esos mensajes y recuerdo el día en que como un samurai, mi entonces novia sacó su katana de palabras y me voló la cabeza, sin que hubiese marcha atrás. De nada sirivió decirle que no veía a Narcisa hace varias semanas.
Narcisa regresa de su viaje y se queda en el cuarto de huéspedes, llega cordial, conversamos sobre su viaje, le propongo tomarnos un vino que no tengo y le digo que iré a comprarlo. Cuando regreso me recibe con lágrimas y gritos. Mientras salí, revisó mi celular, encontró los mensajes de mi cumpleaños y leyó, por supuesto, lo que quiso y lo interpretó a su antojo. Me mostró los mensajes diciéndome a gritos
- ¿Qué es esto? ¿Qué pasó? Seguramente se acostaron mientras estuve de viaje.
Se descontrola, sobreactúa... Abro la puerta y le digo que es suficiente. Toma sus cosas y se va donde su amigo Gustavo. Al día siguiente llama para preguntarme si iré a la reunión caranvalesca de su familia. Su familia es muy simpática, su padre es casi un amigo. En la reunión estamos cada uno por su lado, los hombres arreglando las carnes y las mujeres preparando otros alimentos. Me emborracho, me pongo cariñoso…
Viene el cuarto Primero de Mayo desde que la conozco, y yo como siempre salgo a marchar. Ella dice que se queda, que puede ser peligroso, que tiene que hacer... Como mi celular está descargado y olvidé el cargador en la oficina, lo dejo en casa para que no se caiga o me lo roben en el tumulto. Voy y desfilo con mi equipo de fútbol. Encuentro a los viejos amigos de la izquierda y nos tomamos unas cervezas. Camino a casa rememorando el primero de mayo en que la conocí, regreso feliz a contarle la experiencia de ese día. Narcisa me recibe gritando histérica, con los ojos rojos de tanto llorar y con mi celular encendido entre sus manos. Ella ha comprado un cargador. Otra vez me saca en cara los mismos mensajes de mi exnovia que yo no había borrado. Se enfurece y se avalanza con las uñas listas, le tomo de las manos y entonces comienza a lanzarme patadas, que trato de esquivar. Mientras le digo que se tranquilice, se deja caer al suelo y llora imparable. No se que hacer…
Esa escena es un evento entre los meses del infierno que va haciéndose evidente y que crece, mientras también crece mi hijo en su vientre. Su nacimiento me trae mucha dulzura, pero su madre sabe que ahora tiene la sartén por el mango, por lo que me manipula y amenaza. Aprovecha para victimizarse y a usar la maternidad naciente para lograr que se le cumplan sus caprichos. Sale el narcisismo de Narcisa en todo su esplendor, y un año después somos dos padres que conviven en una casa.
Una mañana estoy bajo la ducha más tiempo del habitual. Estoy recibiendo por largos minutos el agua en mi cara y dejando que esta baje por mi cuerpo. El sonido del agua cayendo bajo presión y el humo esparciéndose por la pequeña habitación generan una atmósfera particular que me hace vocalizar la frase que se venía incubando: Estoy en un infierno del que no saldré bien librado… no he visto la verdad a tiempo. ¿Cómo me metí en esto? ¿Cómo haré para salir de acá sin perder a mi hijo? son dos preguntas que martillan. Al no tener respuestas, me siento en el piso y no quiero pensar, trato de concentrarme en el ruido del agua cayendo sobre mi cuerpo.