Un amigo de la época militante,
ocupa un alto cargo en el Ministerio de Gobierno y nos pide acompañarle a un
evento. Cuatro de nosotros accedemos, ninguno hemos cumplido los 25. A las seis de la tarde, llegamos a la cárcel de mujeres de El Inca. Reclusas y
guardias trabajan ultimando detalles. La tarima recibe sus
últimos arreglos y a un costado acomodan la batería de la orquesta que animará la fiesta. “Los Reyes Band”, familiares de un
presunto narcotraficante, ya están ahí con sus trajes de luces. El otro lado de la tarima se ha adecuado para el desfile.
El centro de reclusión femenino, elegirá a la reina y su
comitiva de honor, en un acto organizado por las reclusas, para vender el producto de su trabajo a los asistentes, divertirse, pero sobre todo para dialogar y negociar con las autoridades del ministerio. Una fornida reclusa que pareciera gemela de la "Gorda Matosa", da inicio al desfile presentando a cada una de las 9 candidatas
participantes.
- Con ustedes Miss Estados
Unidos, Michelle. Viene de California, está con nosotras desde hace tres años y
les dirigirá unas palabras...-
Habla la delgada gringa y recibe los aplausos de sus compañeras y del público. Siguen las "misses" Israel, Italia, Colombia, Ecuador, Perú, Bélgica, Rusia
y España, quienes, a un costado de la
tarima, suben ante el llamado. Ahora como Miss
España, está una chiquilla que conocí un año antes en el Centro de Detención Provisional, donde
compartimos encierro. En su tercer día en el CDP, Maite conservaba íntegra su jovialidad. Desde el colidante penal García Moreno, los presos le gritaban:
- España, cómprame un tabaco- y ella, solícita, iba al
hueco que comunicaba con la mini tienda y colocaba el cigarrillo en la
canasta que subía tres pisos. Una detenida barría el patio y cuando estuvo limpio, desde las ventanillas del penal cayeron risas y basura. La
barrendera les gritó -¡Hijueputas, ya no ensucien! Maite fuera de contexto replicó: -¿Niña, que lenguaje es ese?, no seas ordinaria...-, causando la
hilaridad de todos, incluida la barrendera.
Maite me reconoce, saluda
amable, pero sin efusividad. La sonrisa a flor de labios de un año atrás ha
desaparecido. En el rostro y en la actitud, pareciera que pasaron un lustro.
Mientras espera el llamado a la tarima, coordina cosas con sus
compañeras y con las guardias. Es la lideresa. Me acerco, pregunta que hago ahí, le cuento que he sido invitado.
- ¿Nos
ayudas con el tema de la guardería?, me dice-.
-Claro-, respondo, aun cuando
no sé cómo.
No es más la niña risueña del CDP que desconocía
la sentencia por llevar una botella de cocaína a Europa. Ahora es una
bella mujer, que con otras reclusas lidera las mejoras de su cárcel.
-Ojalá en seis meses me extraditen a España,
acota, con una mirada esperanzada-. Una colega le arregla el peinado y le acomoda el vestido color jade. Sube.
En el podio están las ocho
candidatas, representantes de la belleza de sus países, la judía de
castaño cabello rizado, la hermosa montubia ecuatoriana, la imponente mulata
colombiana, la delicada eslava… Muchachas que, como nosotros, no llegan a los
25, pero ya estan sentenciadas a un promedio de 8 años de cárcel.
- Finalmente, tengo el agrado de
presentar a Miss España. Maite viene de Barcelona y está con nosotras desde
hace un año. Con ustedes Maite...-
Las palabras de Maite son una
explicación de la actividad, subraya que se deben lograr acuerdos con el
gobierno para mejorar las condiciones de vida de las presas y sobre todo, la de sus
hijos. Todos la miramos con fascinación, incluso mi amigo funcionario, miembro del jurado que luego la elegirá "Reina de la cárcel de mujeres de El Inca" y quien le ceñirá la banda. Aplausos y congratulaciones estallan al
conocerse el veredicto, Miss Rusia y Miss Ecuador, su corte, rodean a la soberana,
en ese ritual baladí que no pide favor a la elección de Miss Universo. La
animadora cede el micrófono a mi amigo funcionario, quien regala un corto discurso emotivo.
“Los Reyes Band” alistan los instrumentos.
En una grada de la cancha de uso
múltiple, sola, cubierta con un poncho está la otrora poderosa Luisa Endara,
“Mama Lucha”, mirando al infinito.

Comienza el baile y el patio de
la prisión se repleta. Maite, la reina, sigue coordinando cosas. Me le aproximo con
mis amigos y ella nos presenta a las
Misses y se forman las parejas de baile. La danza, los juegos de luces,
las cervezas en vaso plástico, multiplican la alegría, ponen en una breve libertad aparente a las mujeres. Es su
noche. Maite conversa con mi amigo funcionario y con asesores
del Ministerio de Gobierno.
Tomo mi segunda cerveza apoyado a la pared.
Miss Italia se acerca: -Tu amigo Mauro me dice que
hablas inglés. Conversa un poco con Gail, quien llegó
anteayer.-
Gail es alta, viste un suéter
otavaleño de lana, unos jeans desteñidos y unas Venus azules. Lleva las manos
en los bolsillos, la larga y rubia cabellera impide verle el rostro que mira al
suelo. Cuando Fiorella, Miss Italia, le dice: He speaks English, bota la cabeza
hacia atrás y hacia un lado. En lo primero que me fijo es en las pecas que
bordean la nariz pequeña. Ella me entrega una mirada indefinida, sus ojos
azules muestran que ha llorado durante varios días. La orquesta toca la cumbia
“Colegiala” y extiendo mi mano invitándola a bailar. Miss Italia baila con
Mauro. El ruido impide la comunicación, Gail se deja llevar en el abrazo cumbiero.
"Colegiala, linda colegiala,
colegiala no seas tan coqueta… colegiala decídete a mí..."
-I´d like a beer-, me dice al oído.
Nos acomodamos en la grada, a pocos metros de donde Mama Lucha dormita. Dos semanas atrás, en la madrugada, irrumpió la policía en
su casa Su novio no estaba al otro lado de la cama. Un agente, dio un
martillazo en una de las paredes y esta crujió como galleta. Atrás de la pared
falsa, estaban seis filas, en cada una habían tres decenas de gruesos paquetes de cocaína. Gail lo cuenta sin emoción, sin tristeza.
-Such a fucker, dice sin rabia. I didn’t know… I swear it… -
Toma un
sorbo de cerveza, me pregunta por qué hablo inglés y si he visitado su país.
Ella es de Indiana, conoció a su novio en Nueva York, quien pronto se
mudó a Ecuador. Gail vino a visitarlo, él la trajo del aeropuerto, la llevó a
Latacunga, cenaron, hicieron el amor y la despertó la policía.
-Quito is
beautiful, dice. At least from the patrol cars...-, recalca.
La orquesta toca “Mi Cucu” de la
Sonora Dinamita y volvemos a bailar muy cercanos. Cuando llega la parte del
twist, Gail se emociona, finalmente sonríe y baila desenfrenada esos breves
segundos. Regresamos, con otra cerveza a la grada, Mama Lucha ya se ha ido.
Pone su cabeza en mi hombro y nos damos un beso pequeño, luego otro largo y apasionado.
Nos acariciamos con fruición y buscamos ávidos un rincón oscuro, donde sin
parar los besos, comenzamos a masturbarnos. Gail me frena, me lleva de la mano a la pista y pone su brazos alrededor de mi cuello. Me besa y mira a sus compañeras. Todas, incluida ella ríen. Bailamos así, abrazados, besándonos larga y públicamente, sin importar los comentarios burlones de mis amigos, que Gail no entiende.
La fiesta termina.
Miss Israel, con un chico, se dirigen a la carcelera para certificar su visita íntima. Gail me pregunta si quiero quedarme con ella esa noche. Y quiero, claro que quiero,
pero me pregunto si podré tener una novia presa. Pienso que ella entristecerá aún más, cuando me vaya por la mañana. El diablillo del deseo y el ángel que hace lo correcto, pelean como siempre. Dudo, me invaden truculencias cerebrales,
maromas de buenoide. Mis amigos me dicen
que decida: me quedo o voy con ellos. Miro a Gail, le
digo que la visitaré al día siguiente. Ella mete las manos en los bolsillos, ladea la cabeza y con una leve sonrisa hace
un gesto afirmativo.
Al día siguiente llego con
rosas y mandarinas. Encuentro a Maite, le regalo una rosa y ella toma una fruta. Maite lo sabe todo, se ríe a mi costilla, reímos ambos. Llega Gail, le entrego mis regalos.
-Here is my boyfriend-, dice Gail, en voz alta.
Caminamos por el pasillo, de la mano a la ida, abrazados al regresar. Cuando nos sentamos, pone su cabeza en mi hombro y en esa posición, conversamos hasta que termina el
horario de visita.
Nos besamos con pasión.
Me pregunta cuando vendré, le digo
que la próxima semana.
No cumplo mi palabra, dos días
después estoy camino a la Cordillera de Colonche, de donde no saldré en seis
meses.