Y cada vez que mires a donde sale el sol,
recuerda que en vez de lenguas de fuego
estuvo la mítica oscuridad espesa,
y donde rugen motores, hubo canto de pájaros.
Recuerda que esa porción que ocupa la petrolera
fue el hogar de guerreros y mujeres hermosas
que eligieron ser libres, lejos de la avaricia.
Ten en cuenta que allí estuvo un pueblo, ahora diezmado
por el rifle y las lanzas, por el cinismo y el dólar.
Era un clan que negó la redención de la cruz y la del ILV,
y en su herejía eligió internarse en la selva.
De a poco fueron cercados por su salvajismo,
que no entendía las bondades del dinero.
Fueron invisibilizados por los estudios del gobierno
por no ser ciudadanos.
Y su masacre, poco importó a la justicia,
quizás por que su sangre fertilizó el progreso.
Eran los hombres y mujeres de Taga y de Tarome,
los que desaparecieron entre las torres de exploración.
Ellos los que dejaron la vida para que se desarrolle la patria,
tal como antes lo hicieran sus hermanos mitayos,
mientras parían el país para el disfrute de tus abuelos blancos.
Y cada vez que mires los edificios nuevos y el asfalto
recuerda que allí danzó la desnudez magnifica,
y en ese sitio se tallaron las lanzas aserradas
que nunca más se harán...
Recuerda a Taga y a Tarome, los padres.
Repite: tagaeri, taromenani, los pueblos,
los clanes aniquilados que nunca más serán...
Foto: Entretanto Magazine
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