Tuesday, December 04, 2018

Otra vez


A veces imagino que la reencarnación existe. Desde esa óptica creo ver a mis seres queridos, que partieron de este mundo, en los amados que aún me acompañan. En la mirada de mi hijo Noé, veo la de mi difunto amigo Patricio Chau. Cuando mi hijo Daniel sonríe percibo la misma actitud alegre y positiva de mi tío Gonzalo. Miro en la altivez adolescente de mi hijo Felipe, la pose rebelde de mi amigo Roberto, asesinado cuando tenía su edad. Mis sobrinos en su calidez evocan a mi padre y mis primas en su dulzura a mis abuelos. Desde ese auto convencimiento, de que en nostros viven los que se nos adelantaron, quiero creer que desde el espíritu y la energía vital de mi círculo familiar más cercano, me miran y están cerca mis ancestros, mis amigos que me precedieron en el viaje al que tarde o temprano seré convocado, mis maestros, mis camaradas que partieron muy jóvenes. Y el amor se recicla.
Pruebas científicas de que la reencarnación es real

Thursday, October 25, 2018

La casa 20


La casa era en verdad bella y el precio bastante bueno. Isaac y su esposa, los vendedores, nos daban muchas facilidades y luego de recorrerla con mi esposa, nos pareció que era una buena compra. Estaba en un conjunto con jardines y piscina junto a otras 24 casas similares. La primera noche no pude dormir bien, no conciliaba el sueño y no era en sí por mi hijo que se despertaba más veces de lo habitual, con un llanto inquieto, que callaba cuando su madre le daba de lactar. Me sentía acalorado, alerta sin razón alguna. Cuando Danny, mi bebé, volvía a dormirse, yo también trataba de hacerlo, pero sabía que él nuevamente despertaría y esta certeza me mantenía en vilo.

La siguiente noche, mi mujer tuvo que hacer algo y Danny y yo la esperamos jugando. Cuando consideré que debía dormir, comencé con los arrullos en la habitación a oscuras. El bebé, sin embargo, no cerraba los ojos, o si se adormecía luchaba para mantenerlos abiertos. Miraba con atención a un punto sobre mi cabeza. Cuando yo me volteaba, no había nada, como era de suponerse. Finalmente, después de arrullos y movimientos continuos y cadenciosos, Danny se durmió. Llegó mi esposa, apagamos la luz, pero tampoco dormí bien esa noche, tenía el mismo calor y sensación de alerta.

Una semana después, al igual que la vez anterior, Danny miraba sobre mi cabeza. Esto me incomodaba, me sentía observado, cosa que por supuesto era imposible, pues en el cuarto estábamos solo el bebé y yo. Cuando pareció que se por fin dormía, abrió súbitamente los ojos y comenzó a lanzar sus precarias sílabas, hacia ese punto sobre mi cabeza, como si quisiera conversar con eso que yo no veía. De pronto sentí frío e incluso se me hizo la carne de gallina. Cambié a Danny de posición y lo saqué del cuarto, entonces durmió.

En otras ocasiones, Danny además de dirigir su vocecita hacia ese punto sobre mi cabeza, movía su manito queriendo alcanzar algo. Yo trataba de que se imponga la lógica para explicar lo que ocurría: la casa era muy caliente pues el sol ingresaba directo por los amplios ventanales en el día (para mi mujer, antes siempre arropada, esa era una ventaja). Otra razón lógica de mi insomnio, me dije, era el estrés. En esos días era gerente de una sucursal y las cosas no marchaban bien, lo que junto a la falta de sueño alteraba mi sistema nervioso, causa y consecuencia a la vez. En medio de la precaria situación del país, yo me exigía mucho y pedía el mismo ritmo a mis subalternos, tenía actitudes impacientes con mis colegas y muy directas y frías con mi jefe. Sin darme cuenta, era serio en el trato con mi mujer y el primer mes en la casa lo celebramos con un altercado. Yo reflexioné sobre ello, me dije estás alterado, porque el trabajo es tenso y no duermes bien. Con cordialidad dije a mi esposa que necesitaba dormir más, que el niño despertándose varias veces me lo impedía y que temporalmente me movía a la habitación contigua. Ella accedió.

Dormía mejor y cada mañana, silencioso, iba a mirar a mi esposa y a mi bebé antes de ir al trabajo. Envidiaba su sueño, ella casi siempre ignoraba mi presencia. Por esos días pregunté a mi mujer, cuando Danny iría a dormir en su habitación, acordamos que lo hciiera a los seis meses y él tenía casi siete. Ella dijo que leyó que los bebés deben dormir con su madre hasta los 3 años, pues eso les da seguridad. Ignorante en la materia, accedí. El tiempo de regresar a la habitación matrimonial se fue alargando y yo cada vez me sentía más a gusto en mi cuarto, posteriormente bautizado por Danny, como el cuarto del papá. Pronto me pareció natural que yo tenga mi cuarto y mi esposa y el bebé el suyo.

Mi esposa fue ascendida en su trabajo y tenía que cumplir con muchas responsabilidades nuevas. Teníamos una señora que cuidaba del niño hasta las seis, hora en que normalmente uno de los dos, en turnos llegábamos del trabajo y el otro, lo hacía tres o cuatro horas después. Muchas veces, quien no cuidaba al bebé, no veía al otro pues este ya se había dormido. A veces, cuando cenábamos juntos, ella elegía lavar los platos, con ello yo debía dormir a Danny. una vez en el cuarto del papá, esperaba que mi esposa suba, pero luego de los platos, ella regaba las plantas, escuchaba música, chateaba en su celular… Al inicio me molestaba su demora, pero luego la esperaba leyendo hasta cuando apagaba la luz. A veces la sentía acurrucarse a mi lado, hasta cuando lloraba Danny e iba con él. En las semans sigueintes, luego de domrir a mi hijo, solo me encerraba en el cuarto del papá.

Fui despedido de mi trabajo, dentro de condiciones políticas desfavorables, lo que significó el cierre de muchas puertas. Empecé ese trabajo tedioso que es buscar trabajo, y que repleta corazón y cerebro de angustia; pero la alegría llegó cuando Danny dijo su primera palabra: papá y poco después mamá, por supuesto. La tercera palabra fue Pocho, la pronunciaba cuando le hacía dormir, con su mirada sobre mi cabeza. Alguna vez, encontré a mi hijo conversando con un punto de la pared. Cuando mi bebé pudo comunicarse mejor, me dijo que conversaba con su amigo Pocho. El calor, esa sensación de ser vigilado por quien mi hijo llamaba Pocho, el desempleo, la relación distante y las discusiones que se hacían más frecuentes con mi esposa, me ponían cada vez más tenso. Una noche, entre cervezas, compartí esto con mi amigo Omar, quien me dijo: debes hacer una limpia a tu casa. Debiste hacer un ritual de llegada para quitar la energía anterior y poner la de tu familia. Ahora busca alguna curandera que la limpie con yerbas y sahumerio… La idea me causó hilaridad, pero después la tomé en serio, al ver cómo se deterioraba mi relación de pareja y sobre todo después de ese día en que encontré a Danny, que hablaba ya con claridad, conversando con su amigo Pocho.
-¿Cómo es Pocho?, pregunté.
-Es como yo, pero tiene un sombrero grandote.
-¿Qué color es su ropa?
-Tiene  poncho, pero sus patas son de perrito… ah y tiene un rabo como de gato. ¿Qué no le ves…? mírale papá, ahora mismo se está riendo. 

Encontré al curandero, planifiqué su vista para un fin de semana. Esa cita, que fue otro motivo de pelea con mi mujer, nunca se concretó; antes llegó el pedido de separación, donde el abogado de mi esposa me conminaba a salir de la casa en un plazo de tres días.
A las pocas semanas de marcharme, encontré a la señora de la casa 12
-No le he visto, vecino, dijo ella, ¿estaba de viaje?
Yo respondí con la verdad.
-Usted también…, casi todas las familias que vivimos acá o nos hemos separado o se han marchado antes de que eso ocurra. Pasó conmigo hace 7 años, con la señora del 3, con la pareja del 18, con los anteriores dueños de la 9 y ahora con ustedes… Con muchos más antes de que yo venga a vivir acá. Y sé que los de la 24 también están en problemas… Es que..., sabe..., estas casas están sobre un relleno que antes era quebrada, esto era un muladar. Es más, según doña Justina, la viejita del parque, en la quebrada sobre la que vivimos, en los inicios coloniales de la parroquia, se arrojaban los cadáveres de los indios, negros y mestizos pobres, que no podían pagar las exequias. Después a sus orillas se hizo el primer cementerio, el que se cambió de lugar por falta de espacio y después le vendieron barata  a un arquitecto que dieñó el conjunto. Por eso es..., remató resignada la vecina.

En los días en que Danny se queda conmigo, apenas me ve, me dice que Pocho me mandó a saludar.
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Thursday, September 20, 2018

Noche de reinas


Un amigo de la época militante, ocupa un alto cargo en el Ministerio de Gobierno y nos pide acompañarle a un evento. Cuatro de nosotros accedemos, ninguno hemos cumplido los 25. A las seis de la tarde, llegamos a la cárcel de mujeres de El Inca. Reclusas y guardias trabajan ultimando detalles. La tarima recibe sus últimos arreglos y a un costado acomodan la batería de la orquesta que animará la fiesta. “Los Reyes Band”, familiares de un presunto narcotraficante, ya están ahí con sus trajes de luces. El otro lado de la tarima se ha adecuado para el desfile.

El centro de reclusión femenino, elegirá a la reina y su comitiva de honor, en un acto organizado por las reclusas, para vender el producto de su trabajo a los asistentes, divertirse, pero sobre todo para dialogar y negociar con las autoridades del ministerio. Una fornida reclusa que pareciera gemela de la "Gorda Matosa", da inicio al desfile presentando a cada una de las 9 candidatas participantes.

- Con ustedes Miss Estados Unidos, Michelle. Viene de California, está con nosotras desde hace tres años y les dirigirá unas palabras...-

Habla la delgada gringa y recibe los aplausos de sus compañeras y del público. Siguen las "misses" Israel, Italia, Colombia, Ecuador, Perú, Bélgica, Rusia y España, quienes, a un costado de la tarima, suben ante el llamado. Ahora como Miss España, está una chiquilla que conocí un año antes en el Centro de Detención Provisional, donde compartimos encierro. En su tercer día en el CDP, Maite conservaba íntegra su jovialidad. Desde el colidante penal García Moreno, los presos le gritaban: 
- España, cómprame un tabaco- y ella, solícita, iba al hueco que comunicaba con la mini tienda y colocaba el cigarrillo en la canasta que subía tres pisos. Una detenida barría el patio y cuando estuvo limpio, desde las ventanillas del penal cayeron risas y basura. La barrendera les gritó -¡Hijueputas, ya no ensucien! Maite fuera de contexto replicó: -¿Niña, que lenguaje es ese?, no seas ordinaria...-, causando la hilaridad de todos, incluida la barrendera. 

Maite me reconoce, saluda amable, pero sin efusividad. La sonrisa a flor de labios de un año atrás ha desaparecido. En el rostro y en la actitud, pareciera que pasaron un lustro. Mientras espera el llamado a la tarima, coordina cosas con sus compañeras y con las guardias. Es la lideresa. Me acerco, pregunta que hago ahí, le cuento que he sido invitado.
 - ¿Nos ayudas con el tema de la guardería?, me dice-.
-Claro-, respondo, aun cuando no sé cómo.

No es más la niña risueña del CDP que desconocía la sentencia por llevar una botella de cocaína a Europa. Ahora es una bella mujer, que con otras reclusas lidera las mejoras de su cárcel. 
 -Ojalá en seis meses me extraditen a España, acota, con una mirada esperanzada-. Una colega le arregla el peinado y le acomoda el vestido color jade. Sube.

En el podio están las ocho candidatas, representantes de la belleza de sus países, la judía de castaño cabello rizado, la hermosa montubia ecuatoriana, la imponente mulata colombiana, la delicada eslava… Muchachas que, como nosotros, no llegan a los 25, pero ya estan sentenciadas a un promedio de 8 años de cárcel.

- Finalmente, tengo el agrado de presentar a Miss España. Maite viene de Barcelona y está con nosotras desde hace un año. Con ustedes Maite...-

Las palabras de Maite son una explicación de la actividad, subraya que se deben lograr acuerdos con el gobierno para mejorar las condiciones de vida de las presas y sobre todo, la de sus hijos. Todos la miramos con fascinación, incluso mi amigo funcionario, miembro del jurado que luego la elegirá "Reina de la cárcel de mujeres de El Inca" y quien le ceñirá la banda. Aplausos y congratulaciones estallan al conocerse el veredicto, Miss Rusia y Miss Ecuador, su corte, rodean a la soberana, en ese ritual baladí que no pide favor a la elección de Miss Universo. La animadora cede el micrófono a mi amigo funcionario, quien regala un corto discurso emotivo.

“Los Reyes Band” alistan los instrumentos. 

En una grada de la cancha de uso múltiple, sola, cubierta con un poncho está la otrora poderosa Luisa Endara, “Mama Lucha”, mirando al infinito.

Comienza el baile y el patio de la prisión se repleta. Maite, la reina, sigue coordinando cosas. Me le aproximo con mis amigos y ella nos presenta a las Misses y se forman las parejas de baile. La danza, los juegos de luces, las cervezas en vaso plástico, multiplican la alegría, ponen en una breve libertad aparente a las mujeres. Es su noche. Maite conversa con mi amigo funcionario y con asesores del Ministerio de Gobierno. 

Tomo mi segunda cerveza apoyado a la pared.
Miss Italia se acerca: -Tu amigo Mauro me dice que hablas inglés. Conversa un poco con Gail, quien llegó anteayer.-

Gail es alta, viste un suéter otavaleño de lana, unos jeans desteñidos y unas Venus azules. Lleva las manos en los bolsillos, la larga y rubia cabellera impide verle el rostro que mira al suelo. Cuando Fiorella, Miss Italia, le dice: He speaks English, bota la cabeza hacia atrás y hacia un lado. En lo primero que me fijo es en las pecas que bordean la nariz pequeña. Ella me entrega una mirada indefinida, sus ojos azules muestran que ha llorado durante varios días. La orquesta toca la cumbia “Colegiala” y extiendo mi mano invitándola a bailar. Miss Italia baila con Mauro. El ruido impide la comunicación, Gail se deja llevar en el abrazo cumbiero.

"Colegiala, linda colegiala, colegiala no seas tan coqueta… colegiala decídete a mí..."
-I´d like a beer-, me dice al oído. 

Nos acomodamos en la grada, a pocos metros de donde Mama Lucha dormita. Dos semanas atrás, en la madrugada, irrumpió la policía en su casa Su novio no estaba al otro lado de la cama. Un agente, dio un martillazo en una de las paredes y esta crujió como galleta. Atrás de la pared falsa, estaban seis filas, en cada una habían tres decenas de gruesos paquetes de cocaína. Gail lo cuenta sin emoción, sin tristeza. 
-Such a fucker, dice sin rabia. I didn’t know… I swear it… -

Toma un sorbo de cerveza, me pregunta por qué hablo inglés y si he visitado su país. Ella es de Indiana, conoció a su novio en Nueva York, quien pronto se mudó a Ecuador. Gail vino a visitarlo, él la trajo del aeropuerto, la llevó a Latacunga, cenaron, hicieron el amor y la despertó la policía. 
-Quito is beautiful, dice. At least from the patrol cars...-, recalca.

La orquesta toca “Mi Cucu” de la Sonora Dinamita y volvemos a bailar muy cercanos. Cuando llega la parte del twist, Gail se emociona, finalmente sonríe y baila desenfrenada esos breves segundos. Regresamos, con otra cerveza a la grada, Mama Lucha ya se ha ido. Pone su cabeza en mi hombro y nos damos un beso pequeño, luego otro largo y apasionado. Nos acariciamos con fruición y buscamos ávidos un rincón oscuro, donde sin parar los besos, comenzamos a masturbarnos. Gail me frena, me lleva de la mano a la pista y pone su brazos alrededor de mi cuello. Me besa y mira a sus compañeras. Todas, incluida ella ríen. Bailamos así, abrazados, besándonos larga y públicamente, sin importar los comentarios burlones de mis amigos, que Gail no entiende.
La fiesta termina.

Miss Israel, con un chico, se dirigen a la carcelera para certificar su visita íntima. Gail me pregunta si quiero quedarme con ella esa noche. Y quiero, claro que quiero, pero me pregunto si podré tener una novia presa. Pienso que ella entristecerá aún más, cuando me vaya por la mañana. El diablillo del deseo y el ángel que hace lo correcto, pelean como siempre. Dudo, me invaden truculencias cerebrales, maromas de buenoide. Mis amigos me dicen que decida: me quedo o voy con ellos. Miro a Gail, le digo que la visitaré al día siguiente. Ella mete las manos en los bolsillos, ladea la cabeza y con una leve sonrisa hace un gesto afirmativo.

Al día siguiente llego con rosas y mandarinas. Encuentro a Maite, le regalo una rosa y ella toma una fruta. Maite lo sabe todo, se ríe a mi costilla, reímos ambos. Llega Gail, le entrego mis regalos.

-Here is my boyfriend-, dice Gail, en voz alta.
Caminamos por el pasillo, de la mano a la ida, abrazados al regresar. Cuando nos sentamos, pone su cabeza en mi hombro y en esa posición, conversamos hasta que termina el horario de visita. 
Nos besamos con pasión. 
Me pregunta cuando vendré, le digo que la próxima semana.
No cumplo mi palabra, dos días después estoy camino a la Cordillera de Colonche, de donde no saldré en seis meses.