Wednesday, March 26, 2014

Cicatriz

para SS y CL recordando los días lindos de enero

-          Mi tío Elías…

-          ¡Elías!, así se llamaba mi marido, me interrumpe emocionada la anciana que parecía dormirse, y carga a sus ojos aun hermosos con una vivacidad que se dirige al infinito.

Entonces Connie, la hija, va al estudio y trae unos recortes de periódico. Los titulares cuentan los eventos ocurridos en diciembre del 60, en Chilpancingo - Guerrero. En las imágenes se ve a la multitud corriendo ante las balas de los militares, a unos cuantos valientes enfrentándolos, a los caídos…

La madre mira de reojo las fotos y la vivacidad de sus ojos se diluye.

-          Elías era tan guapo..., dice.

Luego de un silencio dulce, se incorpora lentamente y se dirige a su habitación dejando su halo de sublime lentitud.

-          Este es Elías, mi padre, acota Connie, una vez que la madre ha entrado en su cuarto. Mientras acerca otro recorte de periódico donde se aprecia a una joven pareja. En la foto resalta la tristeza que la joven entrega a la cámara del reportero gráfico.

Se conocieron un año atrás, cuando paseaba por el parque. Ella era una flamante monja ranclada y él se ganaba unos pesos como fotógrafo aficionado. Era la pareja más dispareja. Marta, era rica y él pobre. Ella, educada, hija de un médico famoso de largo apellido, y él, un plebeyo fotógrafo autodidacta, que apenas  había terminado la primaria. Ella tenía 35 y él 21. Católica y protestante. Pero Marta siguió visitando el parque donde Elías tomaba fotos a las parejas de enamorados y a los niños con sombrero de charro a quiénes montaba en un caballito de madera. 

Les nació el amor y se casaron, sin el beneplácito familiar.

Pocos meses después, empezó la ciudad a convulsionarse. Los universitarios pedían autonomía para su centro de enseñanza, y vino una huelga general, mítines y la gran manifestación de noviembre.

La joven pareja había instalado su casa modesta. Ella trabajaba de maestra primaria  y él comenzaba el bachillerato nocturno, mientras seguía tomando fotos en el parque, en bautizos, primeras comuniones, matrimonios y “todo evento social”, como rezaba su cartel escrito con hermosa caligrafía.

El movimiento estudiantil ganaba más adeptos y a sus demandas se sumaron amplios sectores ciudadanos. El 30 de diciembre, un electricista colgaba, en un poste, una manta con consignas de los autonomistas, cuando un militar le disparó, dándole muerte instantánea. El hecho enervó a todos. Estudiantes, obreros, amas de casa, en nutrido grupo se concentraron en la alameda Granados, avanzando hasta la calle Galeana, donde fueron interceptados por un batallón de infantería.

Mientras la multitud se acercaba a Galeana, donde vivían Marta y Elías, éste preparaba su Kodak junior I, se acomodaba en la terraza y comenzaba las primeras fotos de la resistencia civil. Al pueblo desobedeciendo al General que les ordenaba abrir paso a los soldados.

La multitud se rebelaba al poder y el jefe uniformado ordenó disparar. Elías hizo lo mismo con su cámara; varias veces, en todas las direcciones y plasmó para la historia la enceguecida carga de los milicos contra sus compatriotas. La cajita de luz capturó la esencia de una mujer combatiendo cuerpo a cuerpo contra un cabo, los movimientos simiescos de la soldadesca avanzando sobre los cadáveres, la atropellada carrera de los que buscaban salvar la vida...

Hasta que para Elías todo se ennegreció.

Luego del sonido seco, sintió un golpe  en la cara, como dado por un mazo y una quemazón bajó rauda de la mejilla a la mandíbula. Una sola bala le destrozó el rostro y a su Kodak junior. No se supo si fue uno de los francotiradores apostados en las otras terrazas, con órdenes de disparar a civiles y soldados para crear confusión, o si la bala vino desde la calle.

Marta, a su lado, luego del grito, lo tomó en sus brazos. La sangre brotaba a borbotones empapándola y ella la secaba  con el pañuelito de seda que se sacó del cuello.

No estaba escrito que quedara viuda. La Kodak junior salvó la vida de su dueño.

La jornada dejó 20 muertos y decenas de heridos. Las fotos de Elías fueron el registro de la alevosía y desde los periódicos, mostraron a todo México, los eventos ignominiosos del día 30. Mostraron también a la pareja: Elías posando con un paño, que le cubre la quijada deforme, pero que no oculta la gran porción de gasa que cura la mejilla. La bella Marta mostrando su dolor al cronista.

La Universidad se acercó al matrimonio y Elías al conocimiento. Allí conoció más sobre la sociología rural, inició su militancia política y se convirtió en pionero de la ecología. El fotógrafo aficionado se transformó en un maestro respetado y querido. Recibió un homenaje del Estado poco antes de morir en su pequeño rancho, donde practicaba lo que predicaba.

La hija continúa evocando al padre y me muestra sus últimas fotos con la blanca barba crecida, que no logra cubrir la cicatriz de la mejilla. El hueco profundo que permaneció en la faz, quizás para recordarle desde el espejo, el giro del destino. A pesar de la marca y de los años, se aprecia la belleza del hombre. Marta tiene razón, Elías era guapo y esto me lo repite la expresión orgullosa que ella tiene en la foto junto a su marido. La mirada y la sonrisa de la esposa me cuentan que el maestro era además valiente y sensible, amoroso, apasionado, sabio….

Connie comparte conmigo más cosas de su padre, y deduzco que dejó de ser un fotógrafo asiduo. Una bala le cambió la vida.