Saturday, December 13, 2014

Leo

Por la calle iba la pequeña, luciendo orgullosa su panza al aire, mostrando al mundo el fruto de nuestro amor. En su interior llevaba nuestro retoño, el que en su inocencia torpe, íntima y cómplice, azotaba sus costillas. Los veía juntos, pegados uno al otro y sabía que los amaba. Días después, él decidió salir de la oscura y placentera cueva del amnio. Según la pequeña, eligió ese día por cuanto esperaba escucharme para asomarse. Horas después de haberle dedicado cuatro palabras, él hizo su ingreso al mundo con un grito leve, que calló al escuchar mi voz. Lo cubrí, lo acerqué a mi pecho y al volver a verlo me percaté de que él me estuvo mirando fijamente con sus ojos de alienígena. Luego, repleto de paz, se dejó vestir...