Sunday, October 08, 2006

La imagen del Ché

(Un texto a propósito del día del guerrillero heróico, que lo leyera en la bienvenida a los jóvenes miembros del MIR)

Millares de jóvenes saltan y gritan eufóricos en medio de una espléndida presentación musical en California Entre el humo y el tronar de las guitarras eléctricas, está Zach de la Rocha de Los “Rage Against The Machine” cantando Bulls on Parade. En la camiseta del vocalista y al fondo del escenario, se encuentra el icono de un hombre de mirada enigmática, icono anterior a esta postmodernidad y a la mayoría de los rebeldes que asisten al concierto.
Al otro lado del mundo, cerca del polo sur, la embajada yankee en Buenos Aires contempla absorta a millares de argentinos quemando por docenas la bandera de las barras y las estrellas. Entre los manifestantes, el hombre de la boina observa, quizás contento, la rebeldía de los piqueteros. Esto ocurre el día mismo en que se cumplieran 35 años de su asesinato.
Un grupo de campesinos lleva cirios, en una especie de romería. Los rostros endurecidos de mujeres y hombres avanzan con expresión mística hacia la escuela vieja donde reposara finalmente el médico barbudo, San Ernesto de la Higuera, santito milagroso que cura enfermos y alivia la resignación.
Otra vez en la costa pacífica, en un estadio guayaco, entre el sofocante calor, el humo y la euforia futbolera puede vérsele de nuevo, junto a los hinchas mayormente plebeyos, la bandera gigante con la imagen del hombre, miembro ad honorem de la “Sur Oscura”.
En el bus que me lleva a mi casa, en la ciudad del sol recto, junto a la Virgen del Quinche en su redoma de cristal, a un costado de la desnuda rubia recortada del Extra y sobre al rótulo “Siga para atrás”, esta él en una hebilla de metal con una frase que lo califica de Héroe de América.
Sí, está en todos lados. En los cuatros costados del planeta azul, en el Vietnam abierto a occidente y en la Sede del partido socialdemócrata sueco. En las habitaciones de los estudiantes de Lovaina y Yokohama y en las paredes ajadas de los dispensarios médicos del Congo y Mozambique. Bajo el cristal del escritorio elegante de un gerente de Programas Sociales en Londres y en Santa Clara, sobre sus huesos. Está tatuado entre los pechos de una Monja de Fellini, tatuado en el hombro de Maradona, y tatuado en mi rebeldía y en mi bronca de todos los días.
Pero también, como no podía ser de otra forma, el mercado se apodera del icono. ¡Oh paradoja! La sombra del guerrero radical, multiplica las ganancias de la empresa suiza Swatch, desde la carátula de sus relojes en la serie “Revolution”.
Su popular imagen salió desde un destello de luz en el siglo pasado, pero su latir y su aliento, surgen como destellos luminosos desde le corazón de un pionero guanaco y desde las letras de un poeta nica.
Dicen algunos, que como al Fantomas de Cortázar, lo han visto disfrazado de indio en los levantamientos, jodiendo desde la niebla de Mindo a la OCP pero también tomándose un trago con los segregados obreros que construyen el tubo.
Me dijeron que anda encarnado en una negra maestra escolar de las selvas de Chamanga y que le encontraron también con la Fisiología de Guyton bajo el brazo en Portoviejo.
Unos gringos me decían en cambio, que su pícara carcajada espantaba canallas en Seattle, Davos y Genova… A mi me pareció verlo entrar hace poco en un cine anarquista de la Casa de la Cultura en Quito.
Queridos míos, su imagen está de seguro en sus casas, en las de vuestros padres y abuelos, pero su latir y su magia, rediviva en ustedes. Su aliento y coraje en ustedes, en todos nosotros.

¿Y para vos que es el Ché?
octubre 2002