Friday, November 25, 2011

Preparativos
Se levantó temprano, luego de una breve ducha de agua fría, encendió la hornilla eléctrica y puso a hervir el agua para el café. Fue hasta su caja de herramientas, las sacó con delicadeza y comenzó ese día particular. Cada cierto tiempo miraba por la ventana las nubes grises que se movían lentamente y de vez en cuando, siguiendo las oscuras formas, recordaba su adolescencia cargada de poesía trágica y melancolía romántica. Estas se desvirtuaron con el tiempo y con el suicidio de sus contemporáneos, ubicándole definitivamente en la vereda opuesta a la de aquellos.

Sacudió el polvo de un trapo, lo untó con aceite y se puso a limpiar un par de tornillos y varios pistones.

Frunció la boca evocando sus primeros conflictos con la autoridad, el disfrute al incumplir la mayoría de las reglas y los severos y leves castigos recibidos. Sus primeras reacciones a la norma quizás nacieron en la formación religiosa y su ímplicita curiosidad por el pecado, y en la invasión gradual del hedonismo. Quizás desde que viera aquella página de revista, donde la foto de un tipo con ojos saltones y bigotes con su punta mirando al cielo, le decían que ser, es ser diferente.

La pava del café emitió el silbido de trencito de juguete, la tomó con el mismo trapo y se sirvió en un jarro de loza. Mientras bebía, se dirigió a la ventana y miró hacia abajo, donde varios trabajadores asentían las instrucciones de su superior. El grupo de hombrecillos en uniformes anaranjados, hizo brotar de su pasado las asociaciones y partidos a los que perteneciera y donde tan difícil se le hizo trabajar en colectivo. Más aún con las graduales decepciones que le causaba la estructura "unos mandan y otros hacen". El mejor servido es quien se sirve a sí mismo, fue el consejo campesino que le alejó de las manadas. Las letras que temprano, quizás demasiado, cayeron a sus manos cargadas de la lúcida esquizofrenia del filósofo de mirada perdida, le apartaron de los rebaños.

Volvió a la mesa, derramó otro chorro de aceite en el trapo y pacientemente comenzó a limpiar unos tubos, varios juegos de muelles, pernos, pasadores y brocales.

Cuando casi había terminado de preparar sus herramientas, los ruidos y colores diversos de la calle le indicaron que el entorno crecía en actividad. Antes de encender un cigarrillo, lo miró diciéndose mentalmente que no dejará de fumar. Le dio varias chupadas, tomó unas lentes y las acomodó en el sitio donde cumplirían su función.

Divisó a lo lejos el desplazamiento de un auto, con su figura central de punta en blanco.

Se dirigió con sus bártulos a la ventana, depositó el pucho en una lata de cerveza que fungía de cenicero y por largos minutos miró la calle, ahora llena de gente. Cuando el vehículo se hizo más visible, distinguió la figura central agitando los brazos. Desde las lentes vio con claridad la sonrisa del anciano de traje blanco. Con un delicado movimiento acomodó la herramienta, orientando el cañón del G36 hacia la sien derecha.

Ese pequeño movimiento de su dedo índice dio un paso importante en la homicida vereda por la que transita. Su primer magnicidio.