Thursday, November 16, 2006

Las cruces sobre el agua...


15 de noviembre de 1922

"Era jueves: los dos muchachos, silbando, treparon la cuesta, entre los alagarrobos, como si ascendieran al sol"(Gallegos Lara; 1946)



"Cuantas veces me mataron , cuantas veces me morí, sin embargo estoy aquí resucitando"(La cigarra, María Elena Walsh)



"En la agitación popular había intervenido también la fracción de la oligarquía antigobiernista vinculada a la actividad bancaria y enemiga del Banco Agrícola y Comercial. Enrique Baquerizo Moreno, Carlos Puig, José Vicente Trujillo, entre otros, manipularon la insurrección al incluir en los postulados de ésta la intervención del Gobierno en la venta de documentos financieros del exterior (incautación de giros) y en la baja del dólar. El 15 de noviembre la Policía y el Ejército reprimieron brutalmente una manifestación popular. El cálculo del número de muertos varía. Según el diario El Telégrafo del 17 de noviembre, hubo nueve muertos y 76 heridos; según el anarquista Alejo Capelo, que da los nombres, fueron 13 las mujeres y 76 los hombres muertos, y 161 los heridos; luego Capelo subió la cifra a 900 víctimas; después se ha hablado, ligeramente, de millares. Veinticuatro años más tarde, Joaquín Gallegos Lara novelaría la matanza de noviembre en Las cruces sobre el agua. Un zambo cargador dice a Alfonso Cortés, uno de los protagonistas de la novela: "Como eran bastantísimos (los muertos), a muchos los tiraron a la ría por aquí, abriéndoles la barriga con bayoneta, a que no rebalsaran "(Simón Espinosa, 2006).

"Una protesta que derivó en una masacre de obreros, causó conmoción en el Guayaquil de 1922. Los cadáveres de muchos huelguistas fueron lanzados al río Guayas. La señal de los cristianos sobre las aguas se convirtió en un tributo a los caídos.
La noche del 13 de noviembre encontró a Guayaquil a oscuras. El único alumbrado era el de los reflectores de varios buques en el río Guayas. Había paro en la Planta Eléctrica y en la de Gas. La Asamblea General de Trabajadores de Guayaquil, que incluía a tipógrafos y voceadores, había decidido que los periódicos salgan por última vez el amanecer siguiente.
Tampoco trabajaron los conductores de carros urbanos, los del ferrocarril, las fábricas, piladoras, la cervecería, la jabonería y los aserríos del sur de esta ciudad que, en ese año (1922), tenía un aroma a agua dulce. Todos plegaron en paro, entusiasmados por la victoria conseguida por la protesta de los obreros ferroviarios, en el mes anterior. (...)Al escenario histórico de aquel convulsionado momento social concurrían varios elementos económicos y políticos: el precio del cacao, principal producto de exportación, cayó de 26 a 9 centavos en dos años. Además, los trabajadores ecuatorianos alcanzaron protagonismo tras el establecimiento de ciertas empresas, y el pensamiento socialista influyó en Latinoamérica tras la Revolución Rusa de 1917. (...)Al amanecer del 15, una marcha compuesta por cerca de treinta mil personas acudió a la Gobernación. Se vencía el plazo y el presidente Tamayo, mediante decreto, dictó medidas económicas pero nada dijo sobre la situación de los obreros. Aun así, los dirigentes del paro concedieron 24 horas más.
Las masas habían fijado su objetivo en mejorar el trato que recibían en sus trabajos. Avanzaron hasta la clínica Guayaquil, ubicada entonces en Pedro Carbo y Clemente Ballén, en busca de Pareja.
"La gente avanzó hasta la Policía –relata Jorge Ponguillo– para sacar a esos compañeros, pero los milicos que habían llegado desde antes empezaron con el fuego, porque se asustaron al observar tanta gente a su alrededor". En esta parte de la historia, la mirada de Jorge parece la de un observador distante. Calla y dice: "¡Cómo en pocos minutos las cosas se pusieron tan mal!".
Aproximadamente a las dos de la tarde, los miembros de la Policía, apostados en la avenida Olmedo –desde Eloy Alfaro hasta Chimborazo– empezaron a disparar a la turba. El batallón Vencedores se colocó en guerrillas desde su cuartel situado en Pedro Moncayo y 9 de Octubre, hasta Chanduy (hoy García Avilés). Los soldados, desde el edificio de la Zona Militar y tras los puntales de las casas, buscaban a los de la revuelta. En Nueve de Octubre entre Chimborazo y Chanduy enfrentaban a los civiles.
El batallón Marañón se encontraba entre los manifestantes en Pedro Carbo y Clemente Ballén. Avanzaba hasta la avenida Olmedo, junto a los obreros. Cada soldado estaba rodeado por 20 o 30 personas. La situación se les iba de las manos. Dispararon.
Las primeras víctimas fueron los huelguistas que se distinguían por su ropa de trabajo, las obreras con banderas rojas del comité femenino Rosa Luxemburgo. Cientos de personas corrieron a la calle Pichincha para saquear almacenes de armas.
"Un grupo de 25 hombres entró al almacén Casinelli Hermanos, pero un destacamento del Cazadores de los Ríos, los cercó y los fusiló. 51 disparos, 25 asesinados. Esos cadáveres fueron lanzados al agua de la ría Guayas por el muro del Malecón y Mejía", describe Alejo Capelo en su obra.
El fuego apagó la rebelión popular. Por Guayaquil corría sangre de panaderos, empleadas, vagoneros, cocineras, lavanderas, carpinteros, estibadores y vaporinos. También murieron ancianos y niños. La prensa registró los nombres de 80 hombres y 14 mujeres asesinados. Se sumaron a ellos los de los almacenes y los recogidos en la calle sin identificar, que fueron lanzados a la ría o al zanjón del cementerio general. Hubo casi 200 heridos. Los disparos que acabaron con la manifestación llenaron el centro de la ciudad por más de una hora.
En días posteriores, la censura popular fue reseñada en notas como ésta, del periódico El Guante: "Esther Blavina Rivera fue sacada de los brazos de la Cruz Roja, cuando la llevaban a la morgue. Varias personas que la conocían introdujeron su cuerpo en una covacha de Córdova 410, donde habitaba, para velarla. El día siguiente, una procesión fúnebre llevó el cadáver al cementerio y, al pasar por la Jefatura de Zona, se detuvo para lanzar frases injuriosas". Era cocinera. Cayó herida en la cabeza y en el corazón en Nueve de Octubre y Boyacá. Tenía 21 años y llevaba el tricolor en la manifestación.
Tras el caos, el general Enrique Barriga, jefe de Zona, reconoció públicamente: "Soy yo el responsable de estos terribles sucesos", según el libro de Alejo Capelo. (...)Tiempo después, sobre el río Guayas flotaban cruces. Nadie sabe quién puso esas primeras "cruces altas, de palo pintado de alquitrán, ceñidas por esas moradas flores del cerro", como las describió Gallegos Lara en su obra. Para él, quienes no pudieron homenajear a los caídos en la revuelta de 1922 en una tumba, lo hicieron sobre el río Guayas, de esa manera" (Alina Manrique;2004).

"Nuevo genocidio con la complicidad del gobierno de turno, banqueros y demás fauna política!.
Contra esto...
Ejércitos multicolores, la historia en sus rostros, armados de coraje enfrentando a las balas cobarde. Exigiendo en las arterias de la ciudad cambios sustanciales, para su supervivencia en contra del capital absorbente, que los enfila hacia su atroz extinción.
Huestes de soñadores imbuidos de la justicia revestida de la demencia, que esta sola puede dotar de valor frente a la cobarde desidia de las fuerzas del orden, del orden liberal y conservador a anular.
Conciencias varias, amarillas, naranjas, verdes, blandos, revisionistas, evocadores de luchas externas ¡todos juntos a la lucha!, Pero los que sobresalen, los que no temen a la ingente herida avasalladora de órganos y tejidos, o barrotes miserables y celdas malolientes, los rojos y negros." (comentario en indymedia; 2005)
De mi parte, solo un respetuoso silencio, un abrazo al viento como si estuviera frente al caudalosos Guayas y una lágrima...por ellos, mis abuelos...