Saturday, November 28, 2009

Persiguiedo a una pareja en Praga

Puedo verlo de nuevo mirando a la orquesta de Dixieland. El clarinetista tan flaco como su instrumento y el bajista tan gordo como el suyo. Mira otra vez al trompetista con su gorra de soldado confederado divertir a su público, mientras el batería y el tocador del banjo intercambian señales abstraídos del público. Así mismo se le percibe a Ulises, abstraído, un poco fuera del entorno de turistas que observan a la orquesta y Jan Huss a la espalda de ellos.

Ha regresado a la plaza a mirar la banda de Dixieland luego de dejarla en el metro. Después de bajar la interminable e inmensa escalera eléctrica del metro, mordiendo los labios de María. Esa es la mejor manera de llegar a un destino, cuando uno usa esos sofisticados aparatos tecnólogicos, pienso. Luego sin querer, escucho el murmullo de la voz de ella dirigido a la oreja de Ulises: “En este momento quisiera coger contigo...”

Ella ha entrado al tren, y él trata de tomarle una foto. La cámara vieja necesita esperar unos segundos. El tren es más rápido que la luz del aparato y la foto muestra únicamente la estela que deja la velocidad del coloso metálico.

Ulises, junto al resto de viajantes, escucha de nuevo el jazz en la plaza, tal como minutos antes lo hiciera junto a María, como cuando los vi besándose a ratos y a ratos acariciándose el cabello. Caricias que venían y que iban en medio de la preciosa ciudad que les regalaba con generosidad su aire y se volvía cómplice y testiga de la complicidad de los muchachos, de la risa de ambos, de las payasadas de él y de sonora risa de ella. La ciudad que les escucha, quizás sin estupor, cantar a voz en cuello canciones de otras latitudes.

Mientras caminan, ella lo abraza por los hombros y no por la cintura. Cuando paran, él se queda mirando los ojos verde oscuros por segundos interminables. Se queda también maravillado por los saltitos de alegría que ella, cual si fuera una nena, ejecuta al contemplar una fachada distinta, un arco, un nuevo detalle del art nouveau de los tantos que construyen esta ciudad. Se besan en cada pasaje y en cada puente. Hacen “boca de pescado” y se vuelven a besar en esa posición.

La orquesta de Dixieland termina su función. Estoy a poca distancia de Ulises, aunque él no me percibe y aún cuando la función ha terminado, veo como el chico se queda estático. Como si siguiera captando los sonidos musicales que se han alejado en el aire. Cuando los aplausos terminan en la plaza, es como si despertara de pronto. Se abraza y acomoda su bufanda, como si se diera cuenta por fin del frío de un domingo de inicios de invierno.

Ahora camina y me parece que le duele el estómago o una costilla o ambos. Lo sigo hasta el hotel e ingresa silencioso. Puedo escucharle recostándose en una cama pequeña, aun cuando es apenas el incio de la tarde. Puedo verlo cerrar los ojos mirando al techo y mirando al techo puedo verlo dormirse un sueño no placentero.