Tuesday, April 23, 2024

María Luisa

Los "vagos de la esquina" estamos en plena adolescencia y focalizamos nuestras aficiones. Fermín está ilusionado con las motos, ha comenzado a fumar y con ello reafirma su rol de chico maduro. Entonces, Renato hace lo mismo, pero con Marlboro, el cigarrillo de los chicos del norte y no el popular Lark de los mayores del barrio. Felipe perfecciona la guitarra, en tanto que César e Iván van por el baloncesto. Es una preocupación general crecer, pero  Roberto y Darío siguen con el fútbol, mejorando su juego en distintas posiciones. Yo perfecciono mis dibujos, mis elementales poemas y retomo el judo, sin disciplina.

Tenemos intereses diversos pero un factor común prioritario: las chicas. Aquellas que solo responden nuestro saludo, que huyen de los "vagos de la esquina", las que aparecen de vez en cuando o esas que vemos con chicos mayores, quedan en los comentarios esquineros. Muchas chicas que no son agraciadas y algunas chicas del Colegio Español que son amigas nuestras quedan  también excluidas. Quien roba los pensamientos y asalta los sueños de casi todos es María Luisa Sáenz, bella y a la vez sexy por excelencia. Es a quien la mayoría de nosotros desea. Cada uno expresa este deseo en la esquina de manera más o menos explícita, pero por mi parte, no la menciono, pues la veo totalmente inalcanzable. A pesar de que la pude conocer un poco más que el resto, siendo condiscípulo de Federico, su hermano menor. Varias veces la vi quedarse en ropa interior arrojando el uniforme de educación física sin importar que estuviera allí, antes de meterse a la ducha y tantas otras pude apreciar su cuerpo esbelto y bronceado saliendo dela misma. Durante las dos semanas de exámenes llenábamos de libros el comedor de la familia Sáenz , mientras también ella hacía sus deberes. Excelente estudiante y buena deportista, podía ser seria y poner en orden a él y a la pequeña “Chocho”, cumpliendo su rol de hermana mayor, o ser amable y generosa preparándonos comida mientras estudiábamos. Me regalaba una hermosa sonrisa inscrita en un rostro de admiración cuando hacía gala de mi cultura general y me escuchaba atenta cuando replicaba su conversación. Entonces era ligeramente coqueta. Pero yo tenía doce y no se me ocurría nada más que admirar a una hermosa jovencita de casi quince. 

Han pasado dos años y me gusta como mujer, pero esa timidez, que me sigue acompañando, me dice que jamás tendré ninguna posibilidad con ella, lo que en el fondo, desde la resignación, me tranquiliza. Roberto, mayor a mí con un año, está en las mismas y a veces menciona con burla al "pequeño séquito de María Luisa".

Pero el resto de chicos, que tienen sus dieciséis la desean con intensidad. Excepto César quien  vive debajo del aro de básket día y noche, todos, incluido Fermín, novio de Silvia, están locos por la bella señorita María Luisa. Entre estos destacan Felipe y Renato, empecinados por conquistarla, manifiestan abiertamente su deseo en la esquina, mientras se retan mutuamente. Van a su casa todos los días con el pretexto de visitar a Federico y pareciera que calculan que los padres hayan ido a su negocio, para hacer su arribo. Felipe llega con la guitarra y ella le pide que le enseñe a tocar. Él coloca el instrumento en el regazo de la chica y pasa su brazo por detrás de la espalada de ella, para indicarle como colocar las notas, acomodando las manos de María Luisa en los acordes. Luego de rasgar, se miran, él aprueba todo, están muy cerca, ella le sonríe y él en sus adentros cree que ha llegado el momento de besarla, dando fin a su tarea titánica de tenerla. Pero entonces llega Renato, luciendo sus mejores galas, su ropa de boutique del norte, su cabello que parece recién salido de la peluquería y su acento, modos y actitud de un joven dandy de colegio de pago, sin serlo. Ella se levanta del sofá y entonces Felipe pretende concentrarse en afinar el instrumento. María Luisa se aproxima al recién llegado, le acomoda el cuello de la camisa dentro del suéter de cachemira, le pregunta por el almacén donde compró tal o cual prenda, alaba su buen gusto, y le regla una de esas sonrisas que abren las nubes de un día gris. Cuando Renato es quien ha llegado primero, ella flota hacia Felipe y le pide que toque la nueva canción que ha aprendido, mientras Renato se mira las uñas o lustra sus zapatos con la basta del pantalón.

En la esquina no estamos seguros si a María Luisa les gusta ambos o solamente juega con ellos desde un oscuro proceso de coqueteo, en el cual se aproxima al uno mientras fríamente deja ir al a otro, para luego hacer el proceso inverso. Las esperanzas que les da a ambos comienzan a desarrollar la rivalidad que se manifiesta en mutuas bromas procaces y en innecesarias faltas en el fútbol o en el básket.

Un día vemos a Felipe cabizbajo tocando en la esquina las más tristes canciones de Francis Cabrel, para luego mirar como Renato llega radiante. Felipe, luego de una lección de guitarra le confesó su amor y tuvo por respuesta una negativa cuasi maternal: Yo te quiero mucho... pero tienes la edad mi ñaño. Felipe desaparece unos días y Renato lleva helados, chocolates, flores y perfumes a María Luisa, los que acepta con sendas muestras de afecto. Pero un sábado después de patinar en "El Tornado", recibe como respuesta a su declaración de amor la misma frase "... tienes la edad de mi ñaño". Ese mismo sábado Renato aparece por la esquina pretendiendo que nada ha pasado, pero no guarda con prolijidad su camisa, ni imposta su acento por el de un chico de colegio de pago.

Los devaneos de María Luisa y la actitud decaída de nuestros amigos hacen que Roberto y yo les comencemos a llamar "los mosquitos", haciéndoles notar que estaban a punto de pelearse entre ellos por el privilegio de caer en la encantadora tela que armaba el bello y hábil arácnido llamado María Luisa. Ellos no respondían nada y solamente sonreían por lo bajo, admitiendo con ello su condición. 

- ¿No se dan cuenta que juega con ustedes? !Ella se divierte con par de giles Han caído en la red y ellas les ha tomado con delicadeza, para luego lanzarles a un rincón de la tela, donde reposarán hasta servirle de alimento, dice Roberto.

- . No es mala, solo curiosa, replico. Para ella son dos chiquillos simpáticos y nada más, talentoso el uno, elegante el otro, pero chiquillos. Tan niños como su hermanito menor Federico, acoto.

Lanzamos esos comentarios el blanquísimo Renato enrojece  y el moreno Felipe se pone pálido. Esperamos que el resto diga algo, para consolar a los amigos o para hundirlos con una broma pesada, pero cunde el silencio.

Iván dice en voz baja que  salió la tarde anterior con María Luisa a jugar básket. Darío le mira y relata, cómo la encontró en la cancha de la Liga El Salvador el domingo anterior, cómo ella le saludó desde el graderío, da detalles de los goles que le dedicó y cómo ella los celebró. Nostálgico rememora a  María Luisa refrescando  al atleta con una deliciosa y helada limonada imperial...

-Ya no son un par de mosquitos, sino cuatro. ¡Como los beatles, dice Roberto en una carcajada.

Fermín carraspea y todos le miramos. 

¡Vos tienes novia!, pendejo, le increpa Renato.

Somos cinco, dice... Tres veces por semanas la llevo a pasear en moto...

La risa aparece lentamente en todos, pero por dentro, todos proyectamos en nuestro corazón ese rostro de Rita Hayworth versión adolescente, a nuesta musa María Luisa, quien para mí no es mala, sino curiosa, traviesa, que va pro la vida descubriendo que es bella y que, con suerte, luego, no usará sus encantos sin medida.

Página/12 :: Rosario12 :: La esquina de los chicos sin futuro