Monday, March 12, 2007

EL BRUNO, ESE QUE SE LIBRO DE LA MUERTE...
Alexis Oviedo
“Líbrame señor,
de las lágrimas de cocodrilo,(...)
de los cantantes destemplados
de esos maricones de mierda
sin caracol ni rabia”
Bruno Pino

No lo vi muchas veces. La primera fue cuando llegó en medio de una borrachera a la oficina del Gato.

-Este es el Bruno Pino-, dijo el anfitrión.

-Hola, qué más...-, dijo él, secamente.

Después de aquella noche, llena de exaltados comentarios sobre arte y harto trago, lo vería contadas veces más, casi siempre bajo su cachucha oscura. La última, bajando de la Ferroviaria Alta, compartimos al apuro una tamuga de palabras medianamente cordiales, pues él se atrasaba a unas entregas.

El Bruno, actor de calle y titiritero magnífico, “Juan Pino, rojo panfletario”. Aquel, que cuando “se le cargaban”, (y no se le cargaban muchos), reaccionaba con punzantes comentarios, hilarantes coces cargadas de ironía y hasta con golpes. El cínico, el bohemio, el marginal...

El mismo “Diablo Ocioso”, vate de las calles y de los chongos, quien genera la poesía y la encuaderna en papel de empaque, quien la cuece con la vivencia de pueblo como a las guatitas de la Marín. El poeta que cose la poesía en hojas de periódico con hilos de colores y después las vende como choclotandas. El Bruno-Juan Pino, escriba de los cuadernillos repletos de textos a máquina y a mano, odas que desde San Roque, pasan por la Chimborazo, la Mires y bajando por la 24 de Mayo, explotan en Santo Domingo en carcajadas de sorna. Efectiva cachetada a la necia realidad.

Eran los versos del Bruno acunados en Chimbacalle, nacidos fuera de la academia, “parafernalia de intelectuales” solía llamarlos. Lejos de la prosa complicada, “parafernalia, ni huevadas”... Versos que veían la luz sin escuelas de preceptiva literaria, que van más allá de la métrica y de las reglas de ortografía. Poemas que roban el perfume a las flores del Mercado Central, y al mismo tiempo, pasando por iglesias y cuarteles, rascan como espátula cruel el enlucido hipócrita de una quiteñidad que esconde sus mendigos.

Sí…, “simón”..., su poesía se queda como bomba de tiempo, y como tal se la goza. Por ello nos saca también una hermosa sonrisa casi tan limpia como la de los guambras funderos o pícara como la de las putas buenas mozas de la Flores. Ahí están las palabras del Bruno, precisas, listas para dejarnos ver otra vez en cada uno, ese lado escondido, medio torvo, bastante humano. Ese nuestro lado café-oscuro, color de hormiga, crudo y animal. Ese que muchos hacen cualquier cosa para ocultar.
Con otro paisano, lejos, lejos de esta llacta, leíamos sus poemas mientras nos emborrachábamos, y leyendo uno de ellos, gozábamos otra vez recordando nuestros fines de tarde en el “Noches de París”. Para mis adentros, recordaba a la Verito, quien hizo que mi primera vez sea dulce, mi obsesiva pasión por una guapa chonera del “Sirena”y la mirada amorosa de mi Cecilia Mendoza, alias Katty...

Así, bebiendo, recordando y leyendo, nos llegó la mañana... sin caldos de mama Miche...

No puedo decir que fui su amigo, pero me jode que me cuenten que lo encontraron abandonado en una calleja de un barrio desconocido en Guayaquil. No sé de qué murió. De pena, no creo, más bien sería de colerín, como dicen que a veces mueren los gallos, o en una bronca. No importa, de seguro se libró bien de esos pésames sin bandera y de esas notas anónimas que tanto le cabreaban.

A lo mejor está con la Sara Pincay en “El Paraíso”, o changando en alguna camita de la calle Loja. Es lo más probable..., se libró mismo el Bruno, el Bruno se libró de la muerte.

27-07-04

1 comment:

Anonymous said...

Me gustaria saber como obtener informacion sobre la vida de Bruno Pino.

palomapino@hotmail.com