Monday, July 09, 2007

Muertos e inmortales

El metro nos deja en las puertas de una mini ciudad llena de edificios de espejos, con formas extravagantes. Henry y yo caminamos por los recodos de esta mini ciudad. Arcos y ángulos, parábolas perfectas llenas de vidrios de colores, haciendo realidad los sueños de excéntricos arquitectos. Maqueta gigante que alberga empresas colosales que no pueden, o no deben estar en el centro del París histórico y añejo. Aquí, en forma de dígitos electrónicos que navegan por Internet, fluyen millones de euros cada día, muchos de los cuales serán consumidos en las noches de antigua ciudad del Sena.
La Defense, así se llama esta colección gigante de oficinas de hierro y de vidrio. (La defensa ¿De qué? ¿De quién?) A las cinco de la tarde somos pocos los transeúntes de la gran explanada, al pie de uno de los edificios, tres empelados fuman un descanso. Desde un camión de colores pastel surge el repetitivo acústico de la música techno para quitarse el estrés siguiendo las instrucciones de un experta en fitness.
Los dos ecuatorianos seguimos caminando y llegamos a un monumento gigantesco, el icono perfecto para este lugar. Un homenaje al pulgar hacia arriba, al pulgar “everything allright” homenaje a las transacciones bien hechas, a las ganancias en la bolsa, al éxito en ventas y a la concentración del capital. El gigantesco pulgar dorado recordando el estado eternamente “cool” en el que deben vivir los postmodernos empresarios exitosos.
A las seis, los edificios de colores se abren y de ellos salen los expertos infórmaticos y los genios de las finanzas. Los yuppies en viernes, muchos de ellos ya con la maletita en la mano para irse directamente a alguna playa durante el fin de semana. Unos salen cansados, otros conversando aún de business. Casi todos, colgados del teléfono móbil, dos de ellos que coquetean, son la excepción.
Desde nuestra (de) formación marxista y mirando hacia un puente de madera que parece no tener final ni motivo, elucubramos categorías en torno a un ejército de reserva, no industrial, sino de servicios.
A excepción de la pareja, el resto camina casi como en trance, sumidos en su mundo o mundillo, aislados o centrados todavía en su obsesiva dinámica de producción y de mercadeo. Con la piel más pálida que de costumbre, van pensativos aquellos que no hablan en el móvil, serios, incólumes. Parecería que apenas están vivos.
Son casi las siete. Hemos visto casi toda La Defense, que desde su cara posterior es como un fuerte circundado por carreteras y por un cementerio… ¿Paradójico o metafórco? me pregunto.
Me siento frente a un largo puente de madera que parece llevar a ninguna parte y he recordado que quizás Montparnasse estará aún abierto y que podríamos ir a conversar con Julito y con César, yacentes inmortales.

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