El
primer recuerdo que tengo de mi tío Karel, es el de ese recital que dio en la
Casa de la Cultura en el año 78. El altísimo y
caballeroso holandés visitaba por primera vez el país de su esposa. Se sentó al piano y escucharlo
hizo que para siempre Mozart sea mi favorito, me hizo interesarme por un poco
conocido Rachmaninoff, y también alejarme de la dulce melancolía de
Chopin, el preferido de mi tío. Treinta años han pasado desde entonces y lo he visto varias veces al piano acá, o en Bruselas y deleitando las
reuniones familiares con piano y acordeón.
Luego
de jubilarse, su hogar era Ecuador en otoños e inviernos y Europa en primaveras
y veranos. Poco después se quedó sordo de un oído, perdió un ojo y se llenó de opacidad el restante, por lo
que mi tía fue su lazarillo. Un lustro después comenzó a perder la memoria a
corto plazo y a desubicarse, de pronto, espacialmente. Estando en Quito, pensaba
estar en Holanda y conversaba en neerlandeés. Estando en Bélgica, en medio de
alguna reunión se dirigía a su interlocutor en español, en inglés o en alemán… Pero
siempre en las reuniones familiares en su casa, se dirigía al piano y nos
deleitaba con sendas interpretaciones clásicas, que las conducía con la misma
maestría de aquella ocasión en el 78.
Mi
prima Marcela cumplía años y nos invitó a su fiesta. En la reunión Karel,
departió con su caballerosidad característica, bromeó, tomó sus pocas copas de
vino tinto y alabó a la cocinera. Súbitamente se levantó y pidió que le
acerquen hasta el piano, instrumento que no había en esa casa. De pronto creyó
que estaba en su casa en Bélgica y, en francés, indicó que bajemos al estudio
donde reposaba el instrumento. Mi tía, pacientemente le dijo que estábamos donde
su sobrina pero Karel comenzó a enojarse, demandando el piano. Los presentes
nos quedamos en silencio unos y tratando de cambiar el tema, otros. En el nerviosismo, Marcela trajo un pequeño
órgano eléctrico y lo colocó en la mesa. Karel se sentó y comenzó a tocarlo, mas cuando
su mano derecha quiso extenderse, tal como lo hacía en su largo piano de cola,
y sintió que no habían más teclas... Se enfureció.
Mi
tía dijo que se iban a su casa y Karel avanzó molesto y silencioso a la
puerta de salida guiado por su mujer. Al abrir la puerta se
encontraron manos a boca con los mariachis que venían a animar la fiesta, según
se ha hecho costumbre en el país. Karel se acercó al que tenía el acordeón y
quiso tomarlo, le guiñamos el ojo para que se lo preste. Karel se lo colocó en
los hombros y comenzó a tocar. Su rostro mostraba la fascinación del músico en
la ejecución, del niño con el juguete, del anciano que se mira completo. Luego
de tarantellas, polkas, y otros ritmos, bajó elegantemente la cabeza y vino el aplauso
de propios y mariachis. Con el acordeón aún en los hombros, dio tres enormes
zancadas y salió a la calle, seguido por su mujer, algunos de nosotros y el
dueño del instrumento, que queríamos regresar.
Karel
no quería devolverlo, aducía que era suyo y que el mariachi se lo quería robar.
Volvió a ponerse molesto. Se lo sacó de
los hombros y se lo puso entre las piernas, para tener libres los brazos y poder defenderse ante un posible ataque. Todos le pedíamos entregar el instrumento, pero él con firmeza
y frialdad se negaba. Los mariachis estaban en compromiso pues no podían iniciar
su show. Alguien se lo sacó de entre las piernas y lo devolvió, Karel se
enfureció aún más y en otras tres zancadas salió a la avenida. En ella, se irguió
inmóvil, mientras a su lado su esposa y varios familiares, intentaban convencerlo
de retornar a la vereda. Era una misión difícil mover a un gigante de 1.95 metros,
que aunque tenía 87 años, se matenía fuerte, pero sobre todo decidido a
quedarse donde estaba, sin saber quizás, que era la línea blanca que separa dos carrilles de la
Avenida Occidental, vía de alta velocidad. Llamó a su hijo, en
francés, pidiendo que este lo ayude, de seguro creía estar en Bruselas, donde vive el vástago. Comenzó a insultar en inglés a los que
trataban de moverlo hacia la vereda, movió sus brazos evitando
que se le acerquen y empujó sin querer a su esposa.
Entonces
vino la estrategema. Lato, un primo que estudió en Francia se acercó, le saludo
atento y le pidió sus documentos. Se identificó como policía y le solicitó acompañarle.
Karel no reconoció al sobrino y por el contrario en tono conciliador le dijo: J’ai
rien fait, monsieur (no he hecho nada, señor). Lato continuó la impostura, con
un tono más firme, diciéndole que le acompañe y que se calle, que lo llevaba al
auto de la policía, Karel aducía cordialmente que sería una confusión, que él nada
había hecho. J'ai rien fait... El supuesto policía francés le dijo que había golpeado a su mujer
y que le llevaría a la delegación policial. Ante otra firme invitación a que se
calle, Karel comenzó a caminar con la cabeza gacha, diciendo suavemente que él nunca en su vida había tenido problemas con la
justicia y que siempre había respetado la ley. Estaba detenido y mostraba la actitud de quien sabe que tendrá serios problemas.
Le subieron en el asiento de atrás de su propio
auto, tal como lo hacen los gendarmes en las patrullas parisinas. Junto
a él iba Lato, reprendiéndole en el grotesco estilo de los policías europeos. En
el volante iba su cuñado y como copiloto mi tía, la esposa de Karel, en
silencio. Dieron una vuelta a la manzana y antes de que baje Karel, lo hizo su
esposa. Apenas lo vio salir del auto, comenzó un drama con el supuesto
agente, pidiéndole que le deje libre. Por supuesto, éste, luego de una pequeña
reprimenda accedió. El tío Karel entró a la casa de la mano de su mujer, se acomodó
humilde en un asiento y poco después pidió que le lleven a acostarse. Desde entonces,
cuando Karel se pone agresivo o se pierde malamente en el tiempo y el espacio,
gracias al Alzheimer, mi tía menciona el capítulo
policial. A veces, cuando esto no funciona, tiene que blandir una tarjeta, supuestamente entregada por el agente Gérard, en caso de necesitarlo. Entonces, definitivamente, Karel
se tranquiliza.
5 comments:
Hermoso relato primo. Me emocionó hasta las lágrimas. JPh
Muy bueno.
Muy linda historia. Gracias por compartirla
Karel o Joseph Marie hoy 25 de marzo 17h00 hora de Bruxelas falleció. Paz en su tumba.
Estoy incosolable :(
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