Monday, June 12, 2023

Politécnicos

Mariano sale de su ceremonia de graduación. Es un soleado día de agosto. El resto de colegios se gradúan en Julio, pero como el de Mariano siempre es al que los gobiernos cierran por largas semanas debido a las manifestaciones que organizan, se recuperan clases. Mariano está contento, piensa ya en los dos meses de vacaciones que se dará, más que nada durmiendo a pierna suelta y jodiendo la vida en las reuniones barriales de esquina con guitarreada de Francis Cabrel y Sui Géneris y que terminan al amanecer. Piensa incluso que con suerte convencerá a su familia de no estudiar por un semestre. Llegan a casa, a un almuerzo familiar agradable con palabras que elogian su buen rendimiento académico y felicitan la consecución de esa meta. Su tío se levanta y con orgullo anuncia que ya le inscribió en el curso de verano del Politécnico. En el intensivo, ese que de aprobarse enviaría al aspirante directo a primer semestre. Todos se congratulan menos Mariano, el entrar al Politécnico es la felicidad de su familia pero un agobio para él.

Mientras el resto de sus amigos del barrio, disfrutan del verano, salen a las fiestas con discomóvil y flirtean con las chicas del colegio De América, Mariano se levanta a las 6. Baja hasta la calle Diez de Agosto hasta llegar al Politécnico al lado opuesto de su casa. Un recorrido que le agota y en el cual no va ni siquiera un autobús. Recibe cuatro asignaturas de ciencias básicas, de las cuales solo entiende algo de Geometría. Todos, menos sus tpios saben que nunca se ha aprobado el Curso de Verano y todos van al Prepolítécnico: "la cernidera". Sin embargo, por primera vez Mariano tiene condiscípulas y ellas tratan con una amabilidad cercana a la ternura, quizás pro que le notan menor y poco experimentado. Algunas fuman y le invitan cigarrillos. En ese mes de ciencias exactas, hay un par de buenas fiestas y en estas se muestra con un lark entre los dedos. El mes de tortura termina y quince días después se iniciará el curso regular. Se pregunta qué pasó con su amigo Roberto, a quién no ve hace varios meses, desde que le dijo que debía estar listo con un sleeping, buenas botas y dos mudadas de ropa de preferencia verde. Vengo te silbo, sales con todo empacado y nos vamos para el monte de una. ¿Qué pasó con Roberto, a quién curó una herida en el pie hecha en un operativo? Pocos días antes de arrancar el curso Paula y Silvia le muestra una hoja del periódico donde se ve que Roberto, junto a otros dos guerrilleros fue asesinado por la policía. Después aparecen en el barrio personajes raros. El velorio está repleto de “tiras”, él se da modos para que su familia no se entere, guardando el periódico, apenas este llega.

El prepolitécnico tiene el mismo horario de 7 a 1pm. Son 40 paralelos, clasificados por apellido, 20 por la mañana y 20 por la tarde. Con las dificultades adolescentes que tiene para despertar, le toca en el turno de la mañana, con lo que llega atrasado a la primera hora, la de Álgebra, rutina impuntual que durará todo ese semestre. Encuentra el penúltimo asiento, junto a la pared y en el vértice de la clase, está un condiscípulo que luce lentes “asiento de botella".

- Soy Pedro, soy lojano dice, orgulloso. Con acento pastuso y guayaco, Mariano Ortega y Mariano Orellana respectivamente responden. Recordando los consejos de seguridad de Roberto, iniciando una nueva etapa donde nadie lo conoce y para parecer original se presenta como Alex. Luego aumentarán dos alumnos más en ese par de filas, Luis Oñate y Pablo Otatti, quiteños del sur y del norte, de clase media baja y clase media alta, de colegio público y privado, mestizo indígena y blanco mate... Pedro Ochoa, es brillante, saca de quicio al profesor de geometría en la demostración de teoremas, discute con el de física. Tiene 26 años y se botó de 4 año de económicas en su ciudad natal para adquirir más conocimientos pues su meta es partir lo más pronto a estudiar en la Unión Soviética. 

Álgebra los tiene confundidos a todos pero no a Pedro. Se anuncian los parciales pero Ochoa propone hacer grupo de estudio en su casa los días jueves. Llegan los cinco a las multifamiliares del Inca. Está él con los libros y una pizarra e inicia un ejercicio de inducción matemática. Genera el primer proceso y pregunta si entienden – Sí, contestan al unísono. Termina la segunda fila de la inducción larguísima.

-Fácil ¿verdad?  Acota.

-Chintolito, responde Orellana.

Continua con la tercera y la cuarta filas…  Están contentos de comprender.

-No es difícil ¿verdad? ya vengo, dice antes de iniciar la quinta fila. Va a su cuarto y regresa con media botella de Trópico seco, una cajetilla de Lark y una cola.

-Rizos, dice a Mariano, tráete unos vasitos de la cocina, “no seas malo”. 

Comienzan a libar, Mariano había ingerido alcohol solo un par de veces antes, sin que sea mucho de su agrado, pero al comprender la inducción matemática, bebe con entusiasmo. Se he fumado adecuadamente un cigarrillo, mientras Pedro resuelve el ejercicio. Terminan la “tocha” y Pedro entrega unos billetes a Luis y a Ortega para que le compren la misma receta, mientras suena suavemente Serrat en la cassettera.

Pedro pregunta ceremonioso si comprendieron. 

-Esa es la mecánica, dice simplificando… mientras sube el volumen del aparato y cierra los libros. Les cuenta historias de la 2da guerra mundial y canta con Serrat "Pueblo Blanco". Beben hasta que llega su hermana Lupe, quien saluda discreta y se va a su cuarto a revisar los deberes de su hija Gabicha. 

Esa será la rutina de los jueves: álgebra, alcohol, Serrat en la cassettera, las historias de Keitel y Jodl, del almirante Döenitz, del frente oriental, y regresan caminando por toda la Seis de Diciembre…   

Los parciales fueron bien, pero la verdadera emoción llega con una nueva condiscípula. Es alta, delgada, de cabello corto y oscuros ojos grandes. Pedro que adoptó a Mariano como se hermano menor, se da cuenta de inmediato que esta le encanta.

-           Hazte amigo, acércate, le dice. mientras el chiquillo sonríe sin saber que responder.

-          Mira, Ricillos, si te acercas a la Oti y le invitas a un helado, lo máximo que te puede pasar es que te diga que no y listo, no te ha arrancado un brazo… Es fácil decirlo, pero cuando está cerca de ella no sabe qué hacer, ni que decir, es como si la lengua se quedara congelada dentro de las mandíbulas.

 Y así pasan los días y Pedro a veces se burla y en otras le lanza peroratas que le sacuden.

-          Deja ya esa modestia cristiana, Ricillos. No eres feo y la Oti no es ninguna Ornella Muti. Deja de ser ahuevado. Si no te sacudes, ya mismo alguno de la gana y ahí si te va a doler de verdad.

El día vaticinado llega y de pronto se ve a la Oti entrar y salir del curso de la mano de Douglas un chico repetidor, muy deportista. Pedro y Mariano se miran, el uno con un gesto adusto, el otro con los mejillas  rojas.

-          No me gusta decir: te lo dije. Pero, te lo dije. No quería que llegue este día, pero sabía que eran altas las posibilidades de que ocurra. Por ello puse hace unas semanas tengo en mi maleta este libro para entregártelo cuando llegue la infausta ocasión. Definitivamente tienes que leer a Nietzche, subraya, poniendo en las manos de Mariano un libro pequeño, flaco y con un título raro: "Cómo se filosofa a martillazos".   

A sus 16, Mariano comienza a leer a don Federico en los espacios verdes del Poli, mientras  a pocos metros la Oti se besa con su galán. Cuando está en la mitad de "Zaratustra" la ha olvidado pro completo. Las sesiones alcohólicas salpicadas de Álgebra se replican los viernes con Física, ambas sin culpas. son sendas clases en las que alguno lleva la consabida botella de Trópico para el pedagogo. Pero ese ritmo marca deserciones, Otatti y Ortega no aparecen más, en tanto que Oñate lo hace de vez en cuando. Cuando se termina la plata, Pedro va a su cuarto, saca un corte de tela y en la licorería se pone a negociar con el dueño.

-          No sea malo don Paco, no la tocha, ¡la grande! ¡es casimir inglés! Es marzotto, dice con tono de vendedor. Es scaball, acota, en otra ocasión con tono de experto textil.

Pedro regresa siempre con la botella grande, la coca cola y la cajetilla de cigarrillos, a veces hasta con atunes, pan y aguacates. Para Mariano las clases poco a poco se convierte en lo menos importante, lo esencial es la música de Serrat y su poesía, el ir descubriendo desde el cantante catalán a Miguel Hernández, a Machado, a García Lorca... Lo mejor es reír con el "mono" Orellana ante las bromas del grupo y las inteligentes de Pedro que incluyen mofarse de su propia ceguerea, de su blancura fantasmal, de su porte pequeño... 

Mariano camina más seguro, se dirige con soltura a sus compañeras y aún es más canchero con aquellas de los otros paralelos, cuando se encuentran en la planta baja, al final de la jornada. Coquetea con ellas, les regala pequeños versos de sus nuevas lecturas. Incluso algunas suspiran al verlo. En el próximo semestre cuando regrese a la militancia, Mariano usará ese halo seductor para vincularlas a la Federación de Estudiantes, en donde el participará activamente. En lugar de la Oti, ahora es la larga y lánguida María Dolores, quien invade sus sueños adolescentes.

Cuando falta poco para terminar el primer semestre, Mariano se da cuenta de que no es un politécnico a carta cabal: no tiene novia, pero poco le importa; está encerrado en el laberinto de las ciencias exactas, que tiene la certeza de que no son para él. Sigue con sus lecturas nietzcheanas que las disfruta con el humo del cigarrillo. Las precisas sentencias del filósofo calan en él y aunque luego aprobará solo dos asignaturas de las cuatro, considera que este período ha sido luminoso.

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